martes, 24 de noviembre de 2009

evidencias geneticas


Los genetistas han estudiado las diferencias en el ácido desoxirribonucleico (ADN) de diferentes poblaciones humanas. El ADN es la molécula que contiene nuestro código genético hereditario. Las diferencias en el ADN humano se producen por mutaciones de su estructura. Las mutaciones pueden originarse por exposición a elementos externos tales como radiación solar o ciertos compuestos químicos, aunque otras veces se producen de forma natural al azar.
Los genetistas han calculado la velocidad previsible para que se produzca una mutación a lo largo del tiempo. Dividiendo el número total de diferencias genéticas entre dos poblaciones por la velocidad esperada de mutación se obtiene una estimación del momento en el que ambas poblaciones compartieron un antepasado común. Muchas estimaciones de antepasados evolutivos se basan en estudios del ADN en estructuras celulares denominadas mitocondrias. Este ADN recibe el nombre de ADN mitocondrial (ADNm). A diferencia del ADN del núcleo de la célula, cuyos códigos para la mayoría de los rasgos hereda el organismo de ambos progenitores, la herencia mitocondrial pasa sólo de la madre a su descendencia. El ADNm también acumula mutaciones con una rapidez diez veces mayor que el ADN del núcleo de la célula (ubicación de la mayor parte del ADN). Su estructura cambia tan rápidamente que los científicos pueden medir fácilmente las diferencias entre una población humana y otra. Dos poblaciones estrechamente relacionadas deberían tener sólo pequeñas diferencias de ADNm. Por el contrario, dos poblaciones muy lejanamente relacionadas entre sí deberían presentar grandes diferencias.
Las investigaciones genéticas para el conocimiento de los orígenes del hombre moderno han dado lugar a dos importantes descubrimientos. En primer lugar, las variaciones del ADNm entre diferentes poblaciones humanas son mínimas en comparación con las de otras especies de animales. Esto significa que todo el ADNm humano se originó a partir de un linaje ancestral único —en particular, una primera mujer— en un pasado bastante reciente que desde entonces ha ido mutando. La mayoría de las estimaciones de la velocidad de mutación del ADNm sugieren que este antepasado femenino vivió hace unos 200.000 años. Además, el ADNm de las poblaciones del continente africano varía más que el de los pueblos de otros continentes. Esto sugiere que su ADNm ha ido cambiando durante un periodo de tiempo más largo que el de las poblaciones de cualquier otra región, y que todos los seres humanos actuales heredaron su ADNm de una mujer africana, que a veces recibe el nombre de Eva mitocondrial. A partir de esta evidencia algunos genetistas y antropólogos han llegado a la conclusión de que el hombre moderno tuvo su origen en una población pequeña de África para posteriormente dispersarse desde allí.
Sin embargo, los estudios del ADNm presentan, entre o tros, cuatro puntos débiles principales: primero, la velocidad estimada de mutación del ADNm varía de un estudio a otro y algunas estimaciones señalan la fecha de origen hace unos 850.000 años, la era del Homo erectus; segundo, el ADNm es sólo una pequeña parte del material genético total que hereda el ser humano, ya que el resto de nuestro material genético —aproximadamente unas 400.000 veces mayor que la cantidad de ADNm— procede de muchos individuos que vivían en la misma época de la Eva africana, posiblemente en muchas regiones diferentes; tercero, el momento en el que el ADNm moderno comenzó a diversificarse no coincide necesariamente con el origen de los rasgos biológicos y habilidades culturales del hombre moderno; y cuarto, la menor diversidad del ADNm moderno fuera de África puede proceder de épocas en las que se produjo una reducción de las poblaciones europeas y asiáticas tal vez debido a cambios climáticos.
A pesar de estas críticas, muchos genetistas continúan apoyando la hipótesis de emigración de África para el origen del hombre moderno. Algunos estudios del ADN nuclear también sugieren un origen africano para una serie de genes. Además, en un estudio muy interesante realizado a finales de la década de 1990, los científicos recuperaron ADNm del primer fósil de Neandertal encontrado en Alemania y encontraron que difería bastante del humano moderno. Este descubrimiento sugiere que al menos la población de este hombre de Neandertal se había separado de la línea del hombre moderno hace unos 600.000 años y que el Neandertal representa una especie separada del Homo sapiens sapiens.

LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL


La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios en el aspecto físico. El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte. El comportamiento cultural humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.
Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros animales. Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios. Estas diferencias regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también tenían algún tipo de tradiciones.
Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje. El lenguaje en todas sus formas —hablado, por signos o escrito— proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información, muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.
Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados. Estos objetos muestran que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante periodos de más de un millón de años.
Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en cuanto a tamaño y espesor. Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de alimentos —como resultado de la evolución cultural— pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.
La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens. En los últimos 60.000 años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas. Estas migraciones dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente. En el registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución religiosa como, por ejemplo, los enterramientos. Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a recolectar y cultivar granos y a domesticar animales —cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser humano y otros seres vivos de la Tierra. El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras civilizaciones. Actualmente, la cultura —y particularmente la tecnología— dominan la vida humana.
Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la agricultura y la aparición de las civilizaciones.

emparejamiento



El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates. Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a compartir cada vez más los alimentos. Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto de reunión de los demás miembros de su grupo social. Esta forma de repartición puede haber surgido al mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente hacia la época del Homo ergaster. El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella, podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.

el campamento


El ser humano vivió como cazador-recolector durante millones de años. Los miembros del grupo se iban desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran disponibles. Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia —tales como el pueblo san en el desierto de Kalahari al sur de África— también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito. Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus alimentos para compartirlos en el campamento. Éste —que también se utiliza como refugio para criar a los hijos y cuidar a los enfermos y a los ancianos— puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo medio hace unos 1,7 millones de años. Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios —comunes a todas los campamentos modernos— data de hace sólo 500.000 años. Así, puede que hasta una época tardía de la evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.

subsistencia



La subsistencia en el ser humano está relacionada con los tipos de alimentos, la tecnología y los métodos para obtenerlos, así como con las formas en las que se organizan los grupos sociales o sociedades para producirlos y distribuirlos. Durante millones de años el hombre probablemente se alimentaba sobre la marcha, tal y como lo hacen otros primates. La forma de vida asociada a esta estrategia de alimentación se organiza, por lo general, alrededor de grupos sociales pequeños y familiares que se abastecen de diferentes fuentes según la época del año.
La dieta de los homínidos primitivos se parecía probablemente a la de las especies de primates estrechamente relacionadas con ellos. Los grandes simios comen en su mayor parte vegetales. Muchos primates comen asimismo alimentos animales de fácil obtención, tales como insectos y huevos de aves. Entre los escasos primates que cazan, los chimpancés se abastecen de monos e incluso de pequeñas gacelas. El ser humano probablemente también tenía una dieta basada principalmente en alimentos vegetales. Además, no cabe duda de que comía algunos alimentos animales y puede que también se dedicara de vez en cuando a la caza. La subsistencia humana comenzó a diferenciarse de la de otros primates con la fabricación y el uso de los primeros utensilios de piedra, lo que permitió que la carne y la médula (el tejido interior, rico en grasas, de los huesos) de grandes mamíferos entrasen a formar parte de su dieta. Así, con la aparición de los utensilios de piedra, la dieta de los primeros homínidos se distanció básicamente de la de los simios.
En los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, que datan de hace unos 2,5 millones de años, los científicos han encontrado huesos fósiles rotos y machacados de antílopes, cebras y otros animales de tamaño parecido. Al evolucionar el Homo moderno, pudo comenzar a cazar incluso animales más grandes, como mastodontes y mamuts, ambos mamíferos pertenecientes a la familia de los elefantes. La agricultura y la domesticación de animales surgieron en un pasado más reciente, con el Homo sapiens.

Modelos de subsistencia en el Homo antiguo

Los paleoantropólogos han debatido profusamente sobre si los primeros miembros del género humano moderno eran cazadores agresivos, recolectores pacíficos de plantas o carroñeros oportunistas. En el pasado muchos científicos pensaban que la predación y la alimentación carnívora fueron un factor importante en los comienzos de la evolución humana. Esta hipótesis de la caza sugería que los primeros homínidos sobrevivieron en África a periodos especialmente áridos gracias a la caza de animales con utensilios primitivos de piedra o hueso. Los defensores de esta hipótesis pensaban que la caza y la competición con los animales carnívoros habían influido poderosamente en la evolución de la organización y el comportamiento social, la fabricación de utensilios, la anatomía (por ejemplo, la estructura única de la mano humana) y la inteligencia.
A comienzos de la década de 1960, estudios realizados en simios llevaron a poner en duda la hipótesis de la caza. Los investigadores descubrieron que los chimpancés cooperan en la caza de al menos animales pequeños como los monos. Por lo tanto, la caza no era un elemento totalmente diferenciador entre los homínidos y los simios y, por lo tanto, tal vez la caza por si sola no haya sido un factor determinante en los comienzos de la evolución. Otros científicos defienden la importancia que tuvo el hecho de compartir alimentos en los comienzos de la vida humana. De acuerdo con esta hipótesis, la cooperación y el compartir dentro de grupos familiares —en lugar de dedicarse a la caza— influyó fuertemente en la evolución humana.
Anteriormente, los científicos pensaban que los yacimientos arqueológicos de hasta 2 millones de años de antigüedad proporcionaban evidencias suficientes como para apoyar la hipótesis del reparto de alimentos. Algunos de los yacimientos arqueológicos más antiguos eran lugares donde el ser humano había reunido alimentos y utensilios de piedra. Los científicos pensaban que estos yacimientos representaban campamentos con muchas de las características sociales de los de los modernos de cazadores-recolectores, incluido el hecho de compartir los alimentos entre las parejas.
Las críticas a esta teoría surgieron de un estudio más cuidadoso de los huesos de animales procedentes de los primeros yacimientos arqueológicos. El análisis al microscopio de estos huesos reveló marcas de utensilios humanos y dientes carnívoros, lo que indicaba que en estos lugares habían estado presentes tanto el hombre como los predadores (hienas, gatos y chacales). Esta evidencia sugiere que lo que los científicos pensaban que eran campamentos donde los humanos compartían alimentos, en realidad eran lugares de transformación de alimentos que el hombre había abandonado a los predadores. Así, esta evidencia no apoyaba claramente la idea de que los primeros homínidos compartieran los alimentos.
Investigaciones más recientes sugieren una nueva hipótesis sobre la subsistencia humana: los homínidos extraían carne y médula de los huesos procedentes de animales muertos y dedicaba poco tiempo a la caza. De acuerdo con esta teoría carroñera, el ser humano se dedicaba a recoger trozos de carcasas de animales abandonados por los predadores y a continuación utilizaba utensilios de piedra para extraer la médula de los huesos.
La observación de que muchos animales como, por ejemplo, los antílopes, a menudo mueren en la época seca hace que esta teoría sea bastante plausible. Los primeros fabricantes de utensilios podrían haber gozado de multitud de oportunidades para obtener grasa y carne durante las épocas secas del año. Sin embargo, otros estudios arqueológicos —y una apreciación más exacta de la importancia de la caza entre los chimpancés— sugieren que la hipótesis carroñera resulta demasiado limitada. Actualmente muchos científicos piensan que los homínidos se dedicaban a recoger animales muertos y además cazaba. La evidencia de marcas de dientes carnívoros en huesos cortados por los primeros fabricantes de utensilios sugiere que al menos la mayor parte de los animales que comía el hombre los recogía ya muertos. Al margen de esto, también se alimentaba de diferentes plantas. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el ser humano dependía de la caza, especialmente de la caza de animales menores.

El inicio de la caza


Los científicos no están de acuerdo sobre el momento en que el hombre comenzó a cazar de forma regular. Así, por ejemplo, el descubrimiento de fósiles de elefante junto a utensilios fabricados por el Homo medio llevó a los investigadores a pensar que los miembros de esta especie eran cazadores de caza mayor. Sin embargo, el descubrimiento de huesos de animales y utensilios en un mismo yacimiento no implica necesariamente que hubiese matado a los animales o comido su carne, ya que éstos pueden morir por diferentes causas o las fuerzas de la naturaleza podrían situar de forma accidental fósiles en las cercanías de utensilios. Ciertas excavaciones realizadas recientemente en Olorgesailie, Kenia, han demostrado que el Homo erectus cortaba carne de carcasas de elefante pero no revelan si estos hombres eran cazadores accidentales o especializados.
Es casi seguro que el ser humano que vivía fuera de África —especialmente en climas más fríos— necesitaba comer más carne que su coetáneo africano. El hombre de la Eurasia templada debió tener que aprender a reconocer las plantas que podía comer de forma segura; además, el número de alimentos vegetales disponibles disminuiría de forma importante durante el invierno. Sin embargo, aunque los científicos han encontrado muy pocos fósiles de plantas comestibles o digeridas en los yacimientos, es probable que los primeros habitantes de Europa y Asia se alimentaran de plantas además de carne.
Entre los yacimientos en los que se ha encontrado una evidencia más clara de que el ser humano se dedicaba a la caza cabe citar Boxgrove, Gran Bretaña, lugar donde hace unos 500.000 años el hombre atrapaba animales de gran tamaño entre un bebedero y el lateral de una roca, para a continuación matarlos. En el yacimiento de Schöningen, Alemania, de unos 400.000 años de antigüedad, los científicos han encontrado lanzas de madera de extremos afilados especialmente diseñadas para ser lanzadas y que probablemente se utilizaban para cazar grandes animales.
Parece que tanto el Neandertal como otros homínidos primitivos comían los animales disponibles en un determinado lugar o en una determinada época. Así, por ejemplo, en los yacimientos europeos, el número de huesos de reno (animal de zonas frías) y de ciervo común (animal de zonas cálidas) cambiaba según el clima que hubiera reinado. Para obtener proteínas y grasas animales probablemente el Neandertal también combinaba las actividades de caza con las de rapiña de animales muertos.
Durante al menos los últimos 100.000 años algunos grupos humanos se alimentaron de frutos del mar o de la costa, tales como crustáceos y mamíferos y aves marinas, mientras que otros pescaban en ríos y lagos interiores. Hace probablemente unos 90.000 a 80.000 años el ser humano en Katanda, actualmente República Democrática del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca especializada más antiguo conocido. Las puntas de piedra más antiguas para flechas o lanzas datan de hace unos 50.000 a 40.000 años. Estos avances tecnológicos, probablemente desarrollados por primera vez por los homínidos modernos, indican una ampliación de los tipos de alimentos disponibles.
Hace unos 40.000 años, el ser humano comenzó a hacer avances aún más significativos en la caza de animales peligrosos y en grandes manadas, así como en la explotación de los recursos marinos. Participaba en grandes expediciones de caza en las que mataba gran número de renos, bisontes, caballos y oros animales que vivían en aquella época en las amplias sabanas. En algunas regiones, se especializó en la caza de determinados tipos de animales. La familiaridad que estos humanos tenían con los animales que cazaban quedó reflejada en dibujos y pinturas en las paredes de las cuevas, datadas en unos 32.000 años de antigüedad. Los cazadores utilizaban asimismo los huesos, el marfil y las astas de sus presas para realizar obras de arte y bellos utensilios. En algunas zonas, tales como las planicies centrales de Estados Unidos en donde antiguamente abundaba un tipo de gran bisonte actualmente extinguido, la caza pudo haber contribuido a la extinción de especies completas.