martes, 10 de noviembre de 2009

evolucion humana

Evolución humana



Introducción

Hace 300 millones de años que hay vida en la Tierra, pero los primeros homínidos no aparecieron hasta hace 7 millones de años. Aquellos primates descendieron de los árboles en los que vivían y empezaron a caminar sobre dos extremidades y a utilizar herramientas.

El cráneo de Toumai, que se encontró en Chad, África, en el año 2002, puede ser una pista sobre el homínido más antiguo que se conoce. Algunos científicos creen que tiene 7 millones de años de antigüedad. El siguiente fósil descubierto es de hace 4 millones de años, cuando los australopitecos vivían en África.

El esqueleto más completo de un Austrolopithecus se descubrió en Etiopía en 1974. Lucy, como se le conoce, murió hace unos 3 millones de años a la edad de 40 años; su altura era equivalente a la de un niño de 10 años.

Los primeros seres humanos verdaderos, conocidos como Homo habilis, aparecieron hace 2,5 millones de años. Su cerebro era más grande y fabricaban herramientas con palos y piedras. Un millón de años más tarde apareció el Homo erectus, que se extendió de África a Europa y Asia. Fabricaba mejores herramientas, construía cabañas y sabía usar el fuego.

Muchos científicos, creen que los humanos, modernos, Homo sapiens, son el resultado de la evolución de esos homínidos. Coexistieron dos especies: el hombre de Neandertal y el hombre moderno. Hace 20.000 años, los hombres de Neandertal se habían extinguido, mientras que los humanos modernos, Homo sapiens sapiens, poblaban todos los continentes.




Evolución
La evolución humana (u hominización) explica el proceso de evolución biológica de la especie humana desde sus ancestros hasta el estado actual. El estudio de dicho proceso requiere una búsqueda interdisciplinar en la que se aúnan conocimientos procedentes de ciencias como la antropología física, la lingüística y la genética.
El término humano, en el contexto de su evolución, se refiere a los individuos del género Homo. Sin embargo, los estudios de la evolución humana incluyen otros homininos, como Ardipithecus, Australopithecus, etc. Los científicos han estimado que los seres humanos se separaron de los chimpancés (son los únicos homininos vivos actualmente) hace entre 5 y 7 millones de años. A partir de esta separación la línea evolutiva comenzó a ramificarse originando nuevas especies, todas extintas actualmente a excepción de la que originó Homo sapiens.
Una de las primeras características que definió al ser humano, la bipedación —capacidad de andar erguido sobre los dos pies—, se desarrolló hace ya unos 4 millones de años, mientras que otras, tales como un cerebro grande y complejo, la capacidad de fabricar y utilizar herramientas y el lenguaje, se desarrollaron más recientemente. Gran parte de los rasgos más avanzados, que incluyen expresiones simbólicas complejas, como el arte, y la diversidad cultural, aparecieron en los últimos 100.000 años.

El ser humano es un primate. Las similitudes físicas y genéticas muestran que la especie humana moderna, el Homo sapiens, está estrechamente relacionada con otro grupo de primates, los simios. Los hombres y los antropoides o monos superiores —chimpancés (incluidos bonobos o chimpancés pigmeos) y gorilas— comparten un antepasado común que vivió hace entre 10 y 5 millones de años. El ser humano comenzó su evolución en África, continente donde se produjeron gran parte de las transformaciones posteriores. Los fósiles de los primeros homínidos, que vivieron hace entre 6 y 2 millones de años, proceden íntegramente de África.
La mayoría de los científicos distinguen entre 10 y 15 especies diferentes de homínidos. Sin embargo, no se ponen totalmente de acuerdo en cómo están relacionados entre sí las especies o cuáles fueron las que sencillamente se extinguieron. Muchas de las primeras especies —probablemente la mayoría de ellas— no dejaron descendientes. Tampoco hay consenso sobre la forma de identificar y clasificar determinados homínidos, ni en los factores que más influyeron en la evolución y la extinción de cada uno de ellos.
Los homínidos comenzaron a emigrar desde África hacia Asia hace probablemente unos 2 a 1,6 millones de años, llegando a Europa la mayoría de ellos durante el último millón de años. Sólo mucho después, distintas especies de homínidos modernos poblaron diferentes partes del mundo. Así, por ejemplo, probablemente el ser humano llegó por primera vez a Australia hace 60.000 años y a América hace 35.000 años. La aparición de la agricultura y de las primeras civilizaciones tuvo lugar en los últimos 10.000 años.
La ciencia que estudia la evolución y origen de los rasgos físicos y de comportamiento del ser humano se denomina paleoantropología. Se trata de una de las ramas de la antropología física, disciplina que estudia las características biológicas y fisiológicas del hombre. Su misión es descubrir cómo la evolución ha ido conformando los potenciales, las tendencias y las limitaciones del ser humano. Para muchos es una ciencia apasionante porque rastrea los orígenes de las características que definieron a nuestra especie, así como las conexiones fundamentales entre el hombre y otros seres que habitan la Tierra. Los científicos disponen de numerosas evidencias que demuestran la existencia de un proceso evolutivo obtenido a partir del estudio de fósiles, objetos y mapas genéticos.

Primeras rutas migratorias
Las barreras físicas, como son los desiertos, cadenas montañosas y extensiones de agua, imposibilitaban las migraciones de los pueblos de la antigüedad. Por otro lado, los grupos migratorios solían buscar un hábitat similar al que habían abandonado.




Proceso de evolución
Todas las especies de organismos tienen su origen en un proceso de evolución biológica. Durante este proceso van surgiendo nuevas especies a causa de una serie de cambios naturales. En los animales que se reproducen sexualmente, incluido el ser humano, el término especie se refiere a un grupo cuyos miembros adultos se aparean de forma regular dando lugar a una descendencia fértil, es decir, vástagos que, a su vez, son capaces de reproducirse. Los científicos clasifican cada especie mediante un nombre científico único de dos términos. En este sistema el hombre moderno recibe el nombre de Homo sapiens.
El mecanismo del cambio evolutivo reside en los genes, las unidades básicas hereditarias. Los genes determinan el desarrollo del cuerpo y de la conducta de un determinado organismo durante su vida. La información contenida en los genes puede variar y este proceso es conocido como mutación. La forma en que determinados genes se expresan —cómo afectan al cuerpo o al comportamiento de un organismo— también puede variar. Con el transcurso del tiempo, el cambio genético puede modificar un aspecto principal de la vida de una especie como, por ejemplo, su alimentación, su crecimiento o sus condiciones de habitabilidad.
Los cambios genéticos pueden mejorar la capacidad de los organismos para sobrevivir, reproducirse y, en animales, criar a su descendencia. Este proceso se denomina adaptación. Los progenitores transmiten mutaciones genéticas adaptativas a su descendencia y finalmente estos cambios se generalizan en una población —un grupo de organismos de la misma especie que comparten un hábitat local particular. Existen numerosos factores que pueden favorecer nuevas adaptaciones, pero los cambios del entorno desempeñan a menudo un papel importante. Las antiguas especies de homínidos se fueron adaptando a nuevos entornos a medida que sus genes iban mutando, modificando así su anatomía (estructura corporal), fisiología (procesos físicos y químicos tales como la digestión) y comportamiento. A lo largo de grandes periodos de tiempo esta evolución fue modificando profundamente al ser humano y a su forma de vida.
Los científicos estiman que la línea de los homínidos comenzó a separarse de la de los simios africanos hace unos 10 o 5 millones de años. Esta cifra se ha fijado comparando las diferencias entre el mapa genético del género humano y el de los simios, y calculando a continuación el tiempo probable que pudieron tardar en desarrollarse estas diferencias. Utilizando técnicas similares y comparando las variaciones genéticas entre las poblaciones humanas en todo el mundo, los científicos han llegado a la conclusión de que los hombres tal vez compartieron unos antepasados genéticos comunes que vivieron hace unos 290.000 - 130.000 años.


Clasificación de los homínidos
El ser humano pertenece al orden científico Primates, un grupo de más de 230 especies de mamíferos que incluye asimismo lémures, loris, tarseros, monos y simios. El hombre moderno, los primeros homínidos y otras especies de primates presentan numerosas similitudes entre sí pero también algunas diferencias importantes. El estudio de estas similitudes y diferencias ayuda a los científicos a comprender las raíces de muchas características humanas, así como el significado de cada etapa de su evolución.
Todos los primates, incluido el ser humano, comparten al menos una serie de características que les distinguen de otros mamíferos. Muchas de estas características fueron evolucionando para adaptarse a su vida en los árboles, entorno en el que se desarrollaron los primeros primates. Entre ellas cabe citar: mayor utilización de la vista frente al olfato, solapamiento de campos de visión para obtener una visión estereoscópica (tridimensional), miembros inferiores y manos prensiles, capacidad de agarrar y balancearse en troncos y ramas de los árboles, capacidad de sostener y manipular objetos pequeños (utilizando dedos con uñas en lugar de garras), grandes cerebros en relación con el tamaño corporal, así como vidas sociales complejas.
La clasificación científica de los primates refleja las relaciones evolutivas entre las diferentes especies y grupos de especies. Los primates que constituyen el suborden Prosimios —entre cuyos representantes actuales se encuentran los lémures, los tarseros y los loris, entre otras especies— fueron los primeros en evolucionar y representan la forma más antigua de primates. Otros sistemas de clasificación agrupan a los tarseros con los antropoideos, ya que comparten algunos rasgos fundamentales desde un punto de vista genético.
Monos, simios y hombres —que comparten muchas características que no se encuentran en otros primates— constituyen el suborden Antropoideos. Simios y hombres forman la superfamilia Hominoideos, clasificación que pone de relieve la estrecha relación entre los individuos de estos dos grupos.
Los pre-australopitecinos
Los primeros posibles homínidos bípedos (Hominina) son Sahelanthropus tchadiensis (con una antigüedad de 6 ó 7 millones de años), Orrorin tugenensis (unos 6 millones de años) y Ardipithecus (entre 5,5 y 4,5 millones de años). Debido a la escasez de restos fósiles y a lo fragmentario de los mismos, no hay acuerdo general sobre si estos primeros homínidos fueron totalmente bípedos.
Sahelanthropus tchadensis
sahelanthropus tchadensis es una especie de homínido fósil hallada en el desierto del Djurab por un equipo franco-tchadiense. El único espécimen, apodado Toumaï, se ha datado en 6 a 7 millones de años de antigüedad. Se dio a conocer públicamente en Yamena, capital del Chad.
Su descubrimiento se realizó el 19 de julio de 2001 por el equipo dirigido por Alain Beauvilain en la región de Toros Menalla de la actual república de Chad, cerca del lugar donde en 1995 halló el Australopithecus bahrelghazali.

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Características
Se cree que vivió en zonas pantanosas. Su cráneo es simiesco, aunque de rostro breve y dientes pequeños, en particular los colmillos, lo cual le acerca a los humanos.
Se han encontrado un cráneo, dos fragmentos de mandíbula inferior y tres dientes aislados. No presenta cresta craneal, su volumen cerebral es de 350 cm3. Tiene rostro alto y poco prognato, caninos relativamente pequeños, y ausencia de espacio entre los dientes. Podría ser el antecesor del Ardipithecus ramidus.
Ascendencia
Michel Brunet, el descubridor de Toumai, opina que pertenece a la rama de los hominina, muy cerca del antepasado común con el chimpancé, pero en la línea hacia los humanos: "de los caracteres derivados que se encuentran en la dentadura de Toumai, se deduce que forma parte de la rama humana". Pero otros, como Yves Coppens (del equipo descubridor de Lucy) o Brigitte Senut (que impulsó el descubrimiento de Orrorin tugenensis), piensan que Toumai se sitúa en la rama que lleva al chimpancé.
Etimología
fue bautizado coloquialmente entre los antropólogos como "Tumai" (aunque está difundida la grafía francesa "Toumaï"), palabra que en idioma kanuri significa esperanza de vivir, así son llamados en el Sahel los niños que nacen en la estación seca.
Sahelanthropus tchadensis




Orrorin tugenensis
Orrorin tugenensis es una especie de homínido fósil encontrado en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia, por la paleoantropóloga francesa Brigitte Senut y el inglés Martin Pickford.
Como el descubrimiento se dio a conocer en 2001, en un principio se habló erróneamente de "Homo milenium", y aún se mantiene la denominación paralela "Milenium ancestor" para referirse al Orrorin tugenensis. Sin embargo, para la comunidad antropológica resultó patente desde un primer momento que esta especie no correspondía al género Homo, ni siquiera al conjunto de los australopitecinos. La datación demostró que los Orrorin tugenensis vivieron hace al menos unos 6 millones de años.
La morfología de los Orrorin era notablemente similar a la de los actuales chimpancés, con una importante diferencia: la longitud y forma del húmero y del fémur, así como la disposición de la articulación con la pelvis, evidencian que estos homínidos estaban capacitados para la bipedestación.
Otra característica morfológica muy interesante es su dentadura: con caninos pequeños y molares bastante grandes, se deduce que estos primates tenían una dieta principalmente herbívora y frugívora, aunque es muy probable que fueran omnívoros y obtuvieran sus proteínas alimentándose también de insectos.
La talla de los ejemplares hallados es de 1,4 m.
El género Orrorin es, posiblemente, uno de los eslabones que ha derivado en el ser humano actual (Homo sapiens), y se considera también posible que sea descendiente directo del Sahelanthropus tchadiensis y ancestro directo del Ardipithecus



Ardipithecus
es un género fósil de primates homínidos hallados en Etiopía a los que se considera descendientes de Orrorin tugenensis y directos ancestros de los australopitecinos.[cita requerida] Las similitudes con los Australopithecus son grandes, aunque los fósiles encontrados presentan rasgos más simiescos y menos corpulencia que éstos. Esto ha llevado a algunos investigadores a afirmar que se encuentra en la línea evolutiva del chimpancé, pero la mayoría considera, basándose en la similitud de su dentadura con la de los Australopithecus, que se encuentran insertos en la línea evolutiva humana.[cita requerida]
"Ardi" significa suelo, ramid raíz, en la lengua (amhárico) del lugar donde fueron encontrados los restos, (Etiopía), mientras que "pithecus" en griego significa mono.
Especies
En la actualidad hay descritas dos especies de Ardipithecus: A. ramidus, y A. kadabba, aunque ésta última fue descrita inicialmente como subespecie de la primera, como Ardipithecus ramidus kadabba, y posteriormente, tras nuevos hallazgos, ascendida al rango de especie. Los fósiles de A. ramidus están datados entre 4,5 y 4,1 millones de años adC, mientras que se considera que A. kadabba tiene una antigüedad de entre 5,8 y 5,5 millones de años.
Modo de vida
Basándose en el tamaño de los huesos, se ha inferido que las especies de Ardipithecus tuvieron la envergadura de un chimpancé actual. La forma de los dedos de los pies de A. ramidus sugiere que andaban erguidos, y esto plantea un problema con las teorías actuales sobre los orígenes de la bipedación.

Ardipithecus ramidus
Un científico etíope, miembro de un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo estadounidense Tim White, descubrió en 1994 la especie australopitecina más antigua conocida en Etiopía. Estos fósiles identificados como homínidos fueron datados aproximadamente en unos 4,4 millones de años de antigüedad. White y sus colegas bautizaron a su descubrimiento como Ardipithecus ramidus. Ramid significa ‘raíz’ en la lengua afar de Etiopía y hace referencia a la proximidad de esta nueva especie a las raíces de la humanidad. En el momento del descubrimiento, el género Australopithecus ya estaba científicamente establecido. White dio al género el nombre de Ardipithecus para diferenciar a esta nueva especie de otros australopitecinos, ya que sus fósiles presentaban una combinación muy antigua de características simiescas y homínidas.
Los dientes del Ardipithecus ramidus presentaban una fina capa exterior de esmalte —rasgo también observado en los simios africanos pero no en otras especies de australopitecinos ni en la mayoría de los fósiles de simios más antiguos. Este rasgo sugiere una relación bastante estrecha con un antepasado simio africano. Además, el esqueleto muestra grandes similitudes con el del chimpancé aunque tiene caninos ligeramente más pequeños y adaptaciones a la bipedación.

Ardipithecus kadabba
El Ardipithecus kadabba es un homínido fósil descubierto en el 2001 por el paleoantropólogo etíope Yohannes Haile-Selassie en la depresión de los Affar, noreste de la actual Etiopía. Se estima que esta especie vivió entre 5,2 y 5,77 millones de años atrás.
El doctor Haile-Selassie describe el A. kadabba como la probable primera especie de la rama hacia los humanos, luego de la separación evolutiva de la línea común con los chimpancés.
El Ardipithecus kadabba muestra una postura erecta, pero con las dimensiones de un moderno chimpancé; poseía caninos largos.
Haile-Selassie (2001) clasificó inicialmente los restos con el rango de subespecie, como Ardipithecus ramidus kadabba, pero tras nuevos hallazgos, Haile-Selassie et al. (2004) los ascendieron al rango de especie, pues la dentición algo más primitiva de A. kadabba obliga a una diferencia taxonómica con A. ramidus. Se sabe, por el fechado de los fósiles, que el Ardipithecus kadabba es cerca de un millón de años más antiguo que el A. ramidus.







Los australopitecinos


Los primeros homínidos de los que se tiene la seguridad de que fueron completamente bípedos son los miembros del género Australopithecus, de los que se han conservado esqueletos muy completos (como el de la famosa Lucy).
Este tipo de homínido prosperó en las sabanas arboladas del este de África entre 4 y 2,5 millones de años atrás con notable éxito ecológico, como lo demuestra la radiación que experimentó, con al menos cinco especies diferentes esparcidas desde Etiopía y el Chad hasta Sudáfrica.
Su desaparición se ha atribuido a la crisis climática que se inició hace unos 2,8 millones de años y que condujo a una desertificación de la sabana con la consiguiente expansión de los ecosistemas abiertos, esteparios. Como resultado de esta presión evolutiva, algunos Australopithecus se especializaron en la explotación de productos vegetales duros y de escaso valor nutritivo, desarrollando un impresionante aparato masticador, originando al Paranthropus; otros Australopithecus se hicieron paulatinamente más carnívoros, originando a los primeros Homo.
La mayor parte de las principales características físicas humanas de los australopitecinos estaban relacionadas con su postura bípeda. Antes de ellos, nunca un mamífero había desarrollado una anatomía que le permitiera andar erguido de forma habitual. También tenían dientes caninos pequeños, comparados con los grandes caninos que se encuentran en casi todos los demás primates catarrinos.
Sin embargo, otras características de los australopitecinos recordaban a sus antepasados simios: un cráneo bajo tras un rostro prominente y un tamaño de cerebro de 390 a 550 cm3 —similar al de los simios. El peso de los australopitecinos, estimado a partir de sus huesos, oscilaba entre 27 y 49 kg y su altura entre 1,1 y 1,5 m, valores que se aproximan mucho a los de los chimpancés (erguidos). Algunas especies de australopitecinos presentaban un marcado dimorfismo sexual —los machos eran mucho mayores que las hembras— rasgo también encontrado en gorilas, orangutanes y otros primates.
Los australopitecinos también tenían dedos curvos y pulgares largos con amplia movilidad. En comparación, los dedos de los simios son más largos, más potentes y más curvados, adaptación que les permite perfectamente colgarse y balancearse en las ramas. Los simios también presentan pulgares muy cortos que limitan su capacidad para manipular objetos pequeños. Los paleoantropólogos especulan con la posibilidad de que los pulgares largos y diestros de los australopitecinos les permitiesen utilizar utensilios de forma más eficaz que en el caso de los simios.
Los caninos del hombre, comparados con los de los simios, son muy pequeños. Éstos —en especial los machos— tienen caninos fuertes, prominentes y afilados que utilizan como arma disuasoria en caso de agresión y en ocasiones como arma de defensa. A lo largo de 4 millones de años los australopitecinos fueron desarrollando unos caninos más pequeños y más planos, característica común a los seres humanos. La reducción de los caninos puede haber estado relacionada con un aumento en la cooperación social entre los individuos y, por consiguiente, con una menor necesidad por parte de los machos de mostrar su agresividad.
Los australopitecinos pueden dividirse en un primer grupo de especies, conocido como australopitecinos gráciles, aparecidos hace más de 3 millones de años, y un grupo posterior, conocido como australopitecinos robustos, que evolucionó en los últimos 3 millones de años. Los primeros —a partir de los cuales evolucionaron varias especies en los últimos 4,5 a 3 millones de años— presentaban, por lo general, dientes y mandíbulas más pequeñas. Los robustos, de evolución posterior, presentaban rostros más anchos con mandíbulas y molares grandes. Estas características indican una masticación potente y prolongada de alimentos; los análisis realizados del desgaste de la superficie de masticación de los molares de los australopitecinos robustos apoyan esta idea. Algunos fósiles de la primera especie de australopitecinos tienen características parecidas a las de la especie posterior, lo que sugiere que los robustos evolucionaron a partir de uno o más antepasados gráciles. Un fragmento de mandíbula con un molar de hace 5 millones de años y otra mandíbula con dos molares de hace 4,5 millones de años, ambos de Kenia, pueden ser los fósiles de australopitecino más antiguos encontrados hasta el momento.







Bipedación
La anatomía de los australopitecinos muestra una serie de adaptaciones para la bipedación, tanto en la parte superior como inferior del cuerpo. Entre las adaptaciones de la parte inferior se incluyen las siguientes: el ilion, o hueso de la cadera que sobresale por encima de la articulación, era mucho más corto y ancho que en los simios, lo que permitía a los músculos equilibrar el cuerpo tras cada paso. La pelvis también tenía forma cóncava para alojar los órganos internos durante la postura erguida. La parte alta de los miembros inferiores formaban un ángulo hacia el interior desde la articulación de la cadera, permitiendo así a las rodillas soportar mejor el peso del cuerpo al andar erguido. Por el contrario, los miembros inferiores de los simios están colocados casi en sentido vertical desde la cadera, de forma que cuando andan erguidos su cuerpo se balancea hacia los lados. Los australopitecinos tenían los dedos de los pies más cortos y menos flexibles que los simios, de forma que actuaban como palancas para impulsar el cuerpo a cada paso.
Por encima de la pelvis también se produjeron otras adaptaciones. La columna australopitecina presentaba una curva en S que disminuía la longitud total del torso y le confería rigidez y equilibrio cuando se encontraba erguido; los simios, por el contrario, tienen una columna relativamente recta. El cráneo australopitecino también presentaba una adaptación importante relacionada con la bipedación: la abertura en la base del cráneo a través de la cual se conecta la médula espinal con el cerebro, denominada foramen magnum, se encontraba en una posición más adelantada que en los simios, lo que permitía a la cabeza mantenerse en equilibrio sobre la columna erguida.
Está claro que los australopitecinos caminaban erguidos sobre el suelo, pero los paleoantropólogos no tienen una opinión unánime sobre si pasaban también una parte importante de su tiempo en los árboles. Algunas características físicas como, por ejemplo, los dedos curvos y largos y los brazos alargados parecen confirmar que así era. Sin embargo, los dedos, a diferencia de los de los simios, tal vez no eran lo suficientemente largos como para permitirles balancearse de rama en rama.


Vida social
La mayoría de las especies de primates, incluidos los simios africanos, viven en grupos sociales de diferente tamaño y complejidad. Dentro de los grupos, los individuos a menudo tienen papeles multifacéticos de acuerdo con su edad, sexo, estatus, habilidades sociales y personalidad. El descubrimiento en 1975 en Hadar, Etiopía, de un grupo de varios individuos Australopithecus afarensis que habían fallecido juntos hace 3,2 millones de años parece confirmar que los homínidos primitivos vivían ya en grupos sociales. Los científicos han denominado a esta colección de fósiles La primera familia.
Uno de los primeros cambios físicos en la evolución de simios a humanos —la reducción del tamaño de los caninos en el macho —indica asimismo un cambio en las relaciones sociales. Los simios machos a veces utilizan sus grandes caninos para amenazar (o a veces luchar con) otros machos de su especie, normalmente para acercarse a las hembras o luchar por territorios o alimentos. La evolución de los caninos pequeños en los australopitecinos implica que los machos o bien habían desarrollado otros métodos de amedrantamiento o se habían hecho más cooperativos. Además, tanto las hembras como los machos tenían caninos pequeños, lo que indicaba una reducción del dimorfismo sexual con respecto a los simios. Sin embargo, aunque en los australopitecinos disminuyó el dimorfismo sexual en cuanto a tamaño de los caninos, los machos todavía eran mucho más grandes que las hembras. Así, los australopitecinos machos puede que compitieran de forma agresiva entre sí basándose puramente en su tamaño o fuerza. Hasta mucho tiempo después puede que la vida social humana no comenzara a diferenciarse mucho de la de los simios.


Cuidados paternales
El ser humano, aunque tiene un cerebro grande, requiere, sin embargo, un periodo prolongado de desarrollo posterior al nacimiento y durante su primera infancia ya que su cerebro tarda bastante tiempo en madurar. Dado que el cerebro del australopitecino no era mucho mayor que el de un chimpancé, algunos científicos piensan que los homínidos primitivos tenían una velocidad de crecimiento más parecida a la de los simios y mucho más rápida que la del hombre moderno. Esta hipótesis está apoyada por estudios de fósiles de australopitecino en los que se ha analizado el desarrollo de la dentición —buen indicador del desarrollo general del cuerpo.
Además, el cerebro humano va aumentando a medida que el feto se va desarrollando, de forma que la mujer debe dar a luz en una fase temprana del desarrollo del bebé para que su cabeza pueda pasar por su conducto pélvico. Así, los bebés humanos requieren un largo periodo de cuidados hasta alcanzar una fase de desarrollo a partir de la cual ya reducen la dependencia de sus padres. Al contrario de lo que ocurre con la mujer moderna, la australopitecina podía dar a luz a un bebé en una fase avanzada de desarrollo porque su cráneo podía pasar perfectamente por su conducto pélvico. La necesidad de dar a luz en una fase temprana del desarrollo del feto —lo que requiere un periodo posterior prolongado de cuidados al recién nacido— puede haberse iniciado hacia la época del Homo medio con la especie Homo ergaster que tenía un cerebro claramente mayor que el de los australopitecinos y un conducto pélvico estrecho.


Australopithecus anamensis

En 1965 un equipo de investigación de la Universidad de Harvard descubrió un hueso procedente del brazo de un homínido en el yacimiento de Kanapoi, en el norte de Kenia. Los investigadores estimaron la antigüedad de este hallazgo en 4 millones de años, pero no pudieron identificar la especie a la que pertenecía ni proseguir la búsqueda de otros fósiles relacionados. No fue hasta 1994 que un equipo de investigación, dirigido por el paleoantropólogo keniata de origen británico Meave Leakey, encontró en este yacimiento numerosos dientes y fragmentos de hueso que pudieron relacionarse con el fósil anteriormente descubierto. Leakey y sus colegas determinaron que los fósiles pertenecían a una especie muy primitiva de australopitecino, al que se le dio el nombre de Australopithecus anamensis. Desde entonces, los investigadores han seguido encontrando otros fósiles de A. anamensis en yacimientos cercanos datados entre 4,2 y 3,9 millones de años de antigüedad. El cráneo de esta especie es parecido al del simio, pero su larga tibia (hueso de la parte inferior de la pierna) indica que al caminar todo el peso del cuerpo se apoyaba alternativamente en una de las extremidades inferiores, como es habitual en la bipedación.



Australopithecus afarensis
El Australopithecus anamensis era bastante similar a otra especie mucho mejor conocida, el A. afarensis, un australopitecino grácil que vivió en África oriental hace unos 3,9 a 2,9 millones de años. El fósil más importante encontrado de esta especie, conocido como Lucy, es parte del esqueleto de un ejemplar femenino descubierto en 1974 por el paleoantropólogo norteamericano Donald Johanson en Hadar, Etiopía. Lucy vivió hace unos 2,6 a 3,6 millones de años. Los científicos han identificado varios cientos de fósiles de A. afarensis procedentes de Hadar, incluida una colección de fósiles pertenecientes al menos a 13 individuos de ambos sexos y diferentes edades, descubiertos todos ellos en el mismo yacimiento.
Los investigadores que trabajan en el norte de Tanzania han descubierto asimismo huesos fosilizados de A. afarensis en Laetoli. Este yacimiento, datado en unos 3,6 millones de años de antigüedad, es famoso por sus espectaculares huellas de homínidos bípedos. Estas huellas, conservadas en cenizas volcánicas fosilizadas, fueron descubiertas en 1978 por un equipo de investigadores dirigido por la paleoantropóloga británica Mary Leakey y proporcionan una evidencia irrefutable de que los australopitecinos caminaban normalmente erguidos.
Los paleoantropólogos han barajado diferentes interpretaciones de las características del A. afarensis y del lugar que ocupan en el árbol genealógico del ser humano. Una de las controversias se centra en las huellas de Laetoli que, según algunos científicos, muestran que la anatomía del pie y el porte del A. afarensis no coincidían exactamente con los del hombre moderno. Esta observación parece indicar que los primeros australopitecinos no vivían básicamente sobre el suelo o que al menos una parte importante de su tiempo lo pasaban en los árboles. El esqueleto de Lucy indica asimismo que el A. afarensis tenía unos brazos más largos y potentes que la mayoría de las especies de homínidos posteriores, lo que sugiere que estaba especialmente adaptada para trepar a los árboles.
Otro debate se centra en la clasificación científica de los fósiles de A. afarensis. Comparados con Lucy, que tenía una altura máxima de unos 1,2 m, otros fósiles procedentes de Hadar y Laetoli identificados como A. afarensis pertenecían a individuos de alturas de hasta 1,5 m. Esta gran diferencia de tamaño llevó a algunos científicos a pensar que el conjunto de fósiles actualmente clasificados como A. afarensis realmente representaba a dos especies. La mayoría de los científicos, sin embargo, piensan que los fósiles pertenecen a una sola especie con un alto grado de dimorfismo —diferencia de tamaño entre los sexos. Los defensores de esta hipótesis destacan que los dos fósiles de adultos, el alto (probablemente masculino) y el bajo (probablemente femenino) fueron descubiertos juntos en un mismo yacimiento en Hadar.
Un tercer debate surge de la teoría de que el A. afarensis era el antepasado común tanto de los posteriores australopitecinos como del género Homo. Esta idea sigue siendo una hipótesis sólida, aunque la similitud entre ésta y otra especie de australopitecino —una del sur de África denominada Australopithecus africanus— hace difícil decidir cuál de las dos especies dio realmente lugar al género Homo.
Aparición del lenguaje simbólico
Hablar de la aparición del lenguaje humano, lenguaje simbólico por lógica parecería implicar que hay que hablar previamente de la cerebración, y eso es bastante cierto, pero el lenguaje humano simbólico tiene sus antecedentes en momentos y cambios morfológicos que son previos a cambios importantes en la estructura del sistema nervioso central. Por ejemplo, los chimpancés pueden realizar un esbozo primario de lenguaje simbólico basándose en la mímica (de un modo semejante a un sistema muy simple de comunicación para sordomudos).
Ahora bien, el lenguaje simbólico por excelencia es el basado en los significantes acústicos, y para que una especie tenga la capacidad de articular sonidos discretos, se requieren más innovaciones morfológicas, algunas de ellas muy probablemente anteriores al desarrollo de un cerebro lo suficientemente complejo como para pensar de modo simbólico. En efecto, observemos la orofaringe y la laringe: en los mamíferos, a excepción del humano, la laringe se encuentra en la parte alta de la garganta, de modo que la epiglotis cierra la tráquea de un modo estanco al beber e ingerir comida. En cambio, en Homo sapiens, la laringe se ubica más abajo, lo que permite a las cuerdas vocales la producción de sonidos más claramente diferenciados y variados, pero al no poder ocluir completamente la epiglotis, la respiración y la ingesta deben alternarse para que el sujeto no se ahogue. El acortamiento del prognatismo que se compensa con una elevación de la bóveda palatina facilitan el lenguaje oral. Otro elemento de relevante importancia es la posición y estructura del hioides, su gracilidad y motilidad permitirán un lenguaje oral lo suficientemente articulado.
Estudios realizados en la Sierra de Atapuerca (España) evidencian que Homo antecessor, hace unos 800.000 años, ya tenía la capacidad, al menos en su aparato fonador, para emitir un lenguaje oral lo suficientemente articulado como para ser considerado simbólico, aunque la consuetudinaria fabricación de utensilios (por toscos que fueran) por parte del Homo habilis hace unos 2 millones de años, sugiere que en éstos ya existía un lenguaje oral articulado muy rudimentario pero lo suficientemente eficaz como para transmitir la suficiente información ó enseñanza para la confección de los toscos artefactos.
Además de todas las condiciones recién mencionadas, imprescindibles para la aparición de un lenguaje simbólico, se debe hacer mención de la aparición del gen FOXP2 que resulta básico para la posibilidad de tal lenguaje y del pensar simbólico, como se verá a continuación.
De este tema habla Harris Marvin en su libro “EL PROCESO DE HOMINIZACION”
El dice que: sobre los principios básicos de la herencia y la evolución biológicas. Estos principios son esenciales para comprender cómo surgió nuestra especie y cómo adquirió su naturaleza humana distintiva. Sólo se tocarán los aspectos más básicos de los mecanismos de herencia y las fuerzas de la evolución.

Australopithecus afarensis
El Australopithecus afarensis es el primer homínido que se conoce. Las zonas más claras del molde del cráneo, que se puede ver en la imagen, representan los fragmentos de hueso originales, mientras que las áreas oscuras sirven para representar cómo se supone podía ser el cráneo entero. Se cree que el Australopithecus vivió desde hace 3 o 4 millones de años hasta hace unos 1,5 millones de años.

Australopithecus africanus
El Australopithecus africanus habitó en la región del Transvaal de la actual Sudáfrica hace unos 3 a 2,5 millones de años. Fue el anatomista de origen australiano Raymond Dart quien en 1924 descubrió esta especie —el primer australopitecino conocido— en Taung, Sudáfrica. A este espécimen, una cría pequeña, se le bautizó como el Niño Taung. Tras este descubrimiento y durante décadas casi ningún científico apoyó la teoría de Dart de que el cráneo procedía de un antepasado homínido. A finales de la década de 1930, diferentes equipos dirigidos por el paleontólogo sudafricano de origen escocés Robert Broom descubrieron otros muchos cráneos y huesos de A. africanus en el yacimiento Sterkfontein del Transvaal.
El A. africanus tenía, por lo general, un cráneo más globular y un rostro y dientes con un aspecto menos primitivo que el del A. afarensis. Por ello, algunos científicos consideran que la especie meridional del primitivo australopitecino pudiera ser un antepasado del género Homo. Según otros científicos, sin embargo, ciertas características faciales y craneales que denotan una complexión fuerte lo identifican como un antepasado de los australopitecinos robustos que vivieron posteriormente en la misma región. En 1998 un equipo de investigación dirigido por el paleoantropólogo sudafricano Ronald Clarke descubrió un esqueleto casi completo de australopitecino primitivo en Sterkfontein. Este importante hallazgo puede resolver algunas de las cuestiones pendientes sobre la ubicación del A. africanus dentro de la historia de la evolución humana.
Australopithecus aethiopicus
La primera especie robusta conocida, Australopithecus aethiopicus, vivió en África oriental hace unos 2,7 millones de años. En 1985 el paleoantropólogo estadounidense Alan Walker descubrió a orillas del lago Turkana, Kenia, el fósil de un cráneo datado en 2,5 millones de años de antigüedad que ayudó a definir esta especie. A este fósil se le denominó el “cráneo negro” por el color que presentaba tras absorber los minerales del suelo. El cráneo presentaba una elevada cresta sagital hacia la parte posterior del cráneo y una parte inferior del rostro que sobresalía con respecto a la frente. El A. aethiopicus compartía algunas características primitivas con el A. afarensis —es decir, rasgos que se habían originado en el primitivo australopitecino de África oriental, lo que pudiera indicar que el A. aethiopicus había evolucionado a partir del A. afarensis.




Australopithecus boisei

El Australopithecus boisei, el otro australopitecino robusto conocido de África oriental, vivió durante un largo periodo de tiempo hace aproximadamente entre 2,5 y 1,5 millones de años. En 1959 Mary Douglas Leakey descubrió un fósil original de esta especie —un cráneo casi completo—en el yacimiento de la garganta de Olduvai, en Tanzania. El paleoantropólogo de origen keniata Louis Leakey, esposo de Mary, denominó en un principio a la nueva especie Zinjanthropus (que significa ‘hombre de África oriental’). Este cráneo —de más de 1.750.000 años— presenta las características más específicas de todas las especies robustas: tiene un rostro fuerte, ancho y hundido capaz de soportar un esfuerzo de masticación extremo, así como molares de un tamaño cuatro veces el del ser humano moderno. A partir del descubrimiento del Zinjanthropus, reconocido actualmente como un australopitecino, los científicos han encontrado un gran número de fósiles de A. boisei en Tanzania, Kenia y Etiopía.




Australopithecus robustus

La especie meridional robusta, denominada Australopithecus robustus, vivió hace entre unos 2 y 1,5 millones de años en el Transvaal, la misma región en la que habitó el A. africanus. En 1938 Robert Broom, que ya había descubierto muchos fósiles de A. africanus, adquirió un fósil de mandíbula con un molar que presentaba un aspecto diferente al del A. africanus. Después de descubrir el yacimiento de Kromdraai, del que procedía este fósil, Broom recogió muchos otros huesos y dientes de este tipo que le llevaron a establecer una nueva especie que denominó Paranhtropus robustus (Paranthropus significa ‘al lado del hombre’). Posteriormente los científicos dataron este cráneo en aproximadamente 1,5 millones de años. A finales de la década de 1940 Broom descubrió gran número de fósiles de esta especie en el yacimiento de Swartkrans, Transvaal.
El poblamiento de Eurasia
Esta es sin duda la etapa más confusa y compleja de la evolución humana. El sucesor cronológico de los citados Homo rudolfensis y Homo habilis es Homo ergaster, cuyos fósiles más antiguos datan de hace aproximadamente 1,8 millones de años, y su volumen craneal oscila entre 850 y 880 cm³.
Morfológicamente es muy similar a Homo erectus y en ocasiones se alude a él como Homo erectus africano. Se supone que fue el primero de nuestros antepasados en abandonar África; se han hallado fósiles asimilables a H. ergaster (o tal vez a Homo habilis) en Dmanisi (Georgia), datados en 1,8 millones de años de antigüedad y que se han denominado Homo georgicus que prueban la temprana salida de África de nuestros antepasados remotos.[1]
Esta primera migración humana condujo a la diferenciación de dos linajes descendientes de Homo ergaster: Homo erectus en Extremo Oriente (China, Java) y Homo antecessor/Homo cepranensis en Europa (España, Italia). Por su parte, los miembros de H. ergaster que permanecieron en África inventaron un modo nuevo de tallar la piedra, más elaborado, denominado Achelense o Modo 2 (hace 1,6 ó 1,7 millones de años). Se ha especulado que los clanes poseedores de la nueva tecnología habrían ocupado los entornos más favorables desplazando a los tecnológicamente menos avanzados, que se vieron obligados a emigrar. Ciertamente sorprende el hecho que H. antecessor y H. erectus siguieran utilizando el primitivo Modo 1 (Olduvayense), cientos de miles de años después del descubrimiento del Achelense. Una explicación alternativa es que la migración se produjera antes de la aparición del Achelense.[2]
Parece que el flujo genético entre las poblaciones africanas, asiáticas y europeas de esta época fue escaso o nulo. Homo erectus pobló Asia Oriental hasta hace solo unos 50.000 años (yacimientos del río Solo en Java) y que pudo diferenciar especies independientes en condiciones de aislamiento (como Homo floresiensis de las Isla de Flores (Indonesia). Por su parte, en Europa se tiene constancia de la presencia humana desde hace casi 1 millón de años (Homo antecessor), pero se han hallado herramientas de piedra más antiguas no asociadas a restos fósiles en diversos lugares. La posición central de H. antecessor como antepasado común de Homo neanderthalensis y Homo sapiens ha sido descartada por los propios descubridores de los restos (Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga).
Los últimos representantes de esta fase de nuestra evolución son Homo heidelbergensis en Europa, que supuestamente está en la línea evolutiva de los neandertales, y Homo rhodesiensis en África que sería el antepasado del hombre moderno.

Una visión más conservativa de esta etapa de la evolución humana reduce todas las especies mencionadas a una, Homo erectus, que es considerada como una especie politípica de amplia dispersión con numerosas subespecies y poblaciones interfértiles genéticamente interconectadas.






Genero homo
El origen del género Homo ha intrigado durante mucho tiempo a los paleoantropólogos y ha suscitado gran número de debates. Alguna de las diferentes especies de australopitecinos conocidas, o incluso alguna no descubierta todavía, pudo haber dado lugar a la primera especie de Homo. Los científicos tampoco saben con exactitud qué factores favorecieron la evolución hacia un cerebro más grande y más complejo —el rasgo físico definidor del hombre moderno.
Louis Leakey argumentó en un principio que el origen del Homo estaba directamente relacionado con el avance en la fabricación de utensilios —y en especial, de utensilios de piedra, ya que la fabricación de herramientas requiere ciertas habilidades mentales y una manipulación manual precisa que sólo puede existir en miembros de nuestro propio género. En realidad, el nombre Homo habilis se refiere directamente a la habilidad para fabricar y utilizar utensilios.
Sin embargo, al mismo tiempo que el Homo antiguo vivieron varias especies de australopitecinos, lo que deja poco claro qué especie fabricó los primeros utensilios de piedra. Recientes estudios de huesos de manos de australopitecinos sugieren que al menos una de las especies robustas, el Australopithecus robustus, pudo haberlos realizado. Además, en las décadas de 1960 y 1970 los investigadores observaron por primera vez que algunos primates no humanos, tales como los chimpancés, fabrican y utilizan herramientas, lo que sugiere que los australopitecinos y los simios que les precedieron probablemente también pudieron fabricar algún tipo de utensilio.
Sin embargo, según algunos científicos probablemente fue el Homo antiguo el que fabricó los primeros utensilios de piedra, ya que a estos homínidos de dientes más pequeños la habilidad para cortar y triturar alimentos les habría sido de la máxima utilidad, mientras que los australopitecinos robustos podían masticar incluso alimentos muy duros. Además, durante un largo periodo de tiempo, los humanos primitivos siguieron fabricando utensilios de piedra similares a los tipos más antiguos conocidos, incluso mucho después de la extinción de los australopitecinos gráciles.
Algunos científicos piensan que fue un periodo de enfriamiento climático y de sequía en África el que estableció el escenario para la evolución del Homo. Según esta hipótesis, hace entre unos 2,8 y 2,4 millones de años aparecieron muchos tipos de animales adaptados a los retos de un entorno más seco, incluidas las primeras especies de Homo. Un homínido capaz de fabricar utensilios tendría ventajas al poder obtener alimentos alternativos a medida que la vegetación se iba haciendo más escasa en entornos cada vez más áridos. Entre los nuevos alimentos podrían incluirse raíces y tubérculos, así como carne obtenida de animales muertos o cazados. Sin embargo, algunos científicos no están de acuerdo con esta hipótesis y argumentan que durante el periodo de evolución del Homo el clima fluctuó entre periodos más secos y periodos más húmedos. En este caso, la fabricación y el uso de utensilios de piedra y la ampliación de la dieta en el Homo antiguo —así como el aumento del tamaño de su cerebro— pudieron haber sido adaptaciones a entornos imprevisibles y fluctuantes. En cualquier caso, se requeriría una documentación científica más amplia para apoyar o rechazar decididamente la hipótesis de que el Homo antiguo surgió como parte de una amplia tendencia de extinción de unas especies y evolución de otras durante un periodo de cambio ambiental.


Homo habilis
A principios de la década de 1960, en la garganta de Olduvai (Tanzania), Louis Leakey, el primatólogo británico John Napier y el paleoantropólogo sudafricano Philip Tobias descubrieron un grupo de fósiles de homínido con una capacidad craneana de entre 590 y 690 cm3. Basándose en este tamaño de cerebro, claramente superior al de los australopitecinos, los científicos propusieron establecer un nuevo género, Homo, y una nueva especie, Homo habilis. Otros científicos se cuestionaron si este aumento de la capacidad craneana era suficiente como para definir un nuevo género, e incluso si el H. habilis era diferente del Australopithecus africanus, ya que los dientes de las dos especies son similares. Sin embargo, actualmente entre los científicos están ampliamente aceptados los nombres de género y de especie propuestos por el equipo de Olduvai.
El H. habilis vivió en el este y posiblemente en el sur de África hace entre unos 2 y 1,5 millones de años e incluso tal vez hace ya 2,4 millones de años. Aunque los fósiles de esta especie se parecen bastante a los de los australopitecinos, el H. habilis tenía molares, premolares y mandíbulas más pequeñas y estrechas que sus predecesores y que los australopitecinos robustos contemporáneos.
En un esqueleto femenino de Olduvai se observa que su altura era solamente de 1 m y que la relación entre la longitud de sus miembros superiores e inferiores era superior a la de la australopitecina Lucy. Por lo tanto, al menos en el caso de este individuo, el H. habilis presentaba unas proporciones corporales muy parecidas a las de los simios. Sin embargo, tenía unos pies y unas manos de aspecto más moderno capaces de fabricar utensilios. Junto con fósiles de H. habilis se han encontrado algunos de los primeros utensilios de piedra de Olduvai, lo que sugiere que esta especie fabricaba y utilizaba las herramientas en este lugar.
Los científicos comenzaron a observar un alto grado de variabilidad en el tamaño corporal según fueron descubriendo más fósiles de Homo antiguo. Esto podría indicar que el presentaba un alto grado de dimorfismo sexual. Así, por ejemplo, el esqueleto femenino de Olduvai era pequeño en comparación con otros fósiles encontrados como, por ejemplo, un cráneo bastante grande de Homo antiguo procedente del lago Turkana en el norte de Kenia. Sin embargo, las diferencias de tamaño realmente excedían las esperadas entre sexos de una misma especie. Este descubrimiento ayudó más tarde a convencer a los científicos de que en África oriental había vivido también otra especie de Homo antiguo.
Tenían un cerebro más grande, alrededor de 700 centímetros cúbicos. Su característica más importante fue el cambio en su forma de alimentación: ya no sólo comían frutas y vegetales sino también animales. Actualmente los investigadores no están de acuerdo sobre si el homo habilis cazaba intencionalmente y fabricaba utensilios para hacerlo.
Herramientas

Las primeras herramientas que conocemos las fabricó el Homo habilis hace más de 2 millones de años. Eran muy sencillas y estaban hechas con piedras. Los humanos pronto descubrieron que el sílex era uno de los mejores materiales para fabricar herramientas. Era muy duro y, además, se podría astillar para darle diferentes formas.

Dando golpes con una piedra, los hombres primitivos moldeaban pedernales en forma de hachas de mano, cuchillos, raspadores y choppers. Cuando se desafilaban, volvían a golpear los bordes para aguzarlos. Las hachas de mano son de las herramientas más antiguas que se conocen; algunas tienen 2 millones de años de antigüedad. Se usaban para cortar plantas, carne y pieles.

Con sílex, huesos y cuernos también se fabricaban armas. Hace 15.000 años se usaron por primera vez arcos y flechas. Hace 7.000 años, los humanos de Oriente Próximo aprendieron a fabricar herramientas de cobre. Hacie el año 3.000 a.C. descubrieron una aleación más fuerte: habia llegado la Edad del Bronce.
Herramientas de caza y recolección
Estas herramientas muestran los métodos empleados por los cazadores-recolectores prehistóricos. A menudo se usaban trozos de corteza para guardar nueces y bayas, o como platos (arriba a la izquierda). Abajo a la izquierda se muestran reproducciones de aparejos de pesca y flechas empleados alrededor del 8000 a.C. Los mangos de madera de las herramientas para cortar y cavar (derecha) son reconstrucciones. Las azuelas y la herramienta para encender fuego que se muestra debajo son de sílex.
Homo ergaster
Homo ergaster es un homínido extinto, propio de África. Se estima que apareció hace unos 2 millones de años, y desapareció hace 1 millón de años.
Sus primeros restos fueron encontrados en 1975 en Koobi Fora (Kenia); se trata de, al menos, dos cráneos (KNM-ER 3733, tal vez femenino, y KNM-ER 3883)[1] de hace 1,75 millones de años cuyo cerebro tenía un tamaño estimado en unos 850 cm³. Luego, en 1984, fue descubierto en Nariokotome, cerca al lago Turkana (Kenia), el esqueleto completo de un niño de unos 11 años, 1,60 m de estatura de y cerebro de 880 cm³, con una antigüedad de 1,6 millones de años; se conoce como el niño de Nariokotome.
Homo ergaster, procede probablemente de Homo habilis y es básicamente la versión africana de Homo erectus, del que es antecesor. Algunos especialistas consideran que pueden haber sido una única especie, debido a su gran parecido anatómico, en cuyo caso tendría prioridad su denominación como Homo erectus, pero parece asentarse la aceptación de dos especies diferentes.[2]

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Características
Homo ergaster tiene un cráneo menos robusto y con toros supraorbitales menos acusados que los Homo erectus asiáticos, y se asocia, en sus comienzos, a la Industria lítica olduvayense o modo 1, para luego pasar a la achelense o modo 2.
A excepción del cráneo, tanto Homo erectus como Homo ergaster tienen una constitución física bastante parecida a la del hombre actual, siendo similar en estatura, aunque en general son de complexión más robusta y fuerte, y tienden a ser algo más anchos de caderas. Las proporciones de piernas y brazos, ya son también totalmente modernas.
Comportamiento
Se especula que H. ergaster pueda ser el primer homínido con capacidad para el lenguaje articulado; sin embargo la estructura de las vértebras del niño de Nariokotome parecen refutar tal hipótesis.
Dentro de las hipótesis muy probables, se considera que los Homo ergaster pueden haber sido los primeros homínidos en establecer relaciones sociales complejas precisamente facilitadas por los primordios de lenguaje oral articulado que se veía acompañado por un gran cerebro capacitado ya para elaborar rudimentarias abstracciones (como metáforas: si observaban la huella de un animal es muy probable que rápidamente pudieran imaginar a qué animal correspondía tal huella, esto posibilitado por el suficiente desarrollo de las áreas corticales prefrontales y frontales del cerebro junto con las del lenguaje — véase lateralización—); los artefactos de la ya mencionada industria lítica correspondientes a los H. ergaster son muy refinados. También se supone que son los primeros ancestros de la humanidad cuya esclerótica blanca resultaba ya muy notoria haciendo contraste con las pupilas, si esto ocurría es también probable que cada individuo Homo ergaster pudiera establecer una primitiva teoría de la mente por la cual podría "intuir" los estados afectivos o "anímicos" de sus congéneres observando las miradas de los mismos. Sin embargo también se considera que no estaban capacitados como para tener una imaginación que les hiciera proyectar pensamientos a futuro de largo plazo (de hecho el promedio de vida de los H. ergaster habría de ser escaso y poquísimos individuos superarían los 20 años de edad).
Los aborígenes la alimentación de la evolución humana
Autor Juan Luis Arteaga
UNA GRAN SEQUÍA AZOTA LA SABANA AFRICANA. LA HIERBA ESCASEA, LA FRUTA SE MALOGRA Y EN LOS ARBUSTOS NO NACEN BROTES TIERNOS: UN GRUPO DE AUSTRALOPITECOS ESTÁ A PUNTO DE MORIR DE HAMBRE Y SED. PERO UNA CURIOSA Y OSADA ADOLESCENTE ENCUENTRA DE PRONTO, EN EL TUÉTANO DE LOS HUESOS DE HERBÍVOROS MUERTOS, UNA NUEVA FUENTE DE ALIMENTO. SU HALLAZGO SERÁ CRUCIAL EN LA EVOLUCIÓN DE LA ESPECIE HUMANA.JUANLUIS ARSUAGA ESCLARECE EN ESTE ENSAYO LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE LA ALIMENTACIÓN Y LOS CAMBIOS FÍSICOS Y DE COMPORTAMIENTO ¿QUE, A LO LARGO DE MILLONES DE AÑOS,HAN SUFRIDO LAS DIFERENTES ESPECIES DEL ÁRBOL EVOLUTIVO QUE CONDUCE AL HOMBRE ACTUAL¿ Y EXPLICA DE FORMA AMENA CÓMO GRACIAS AL ESTUDIO DE HUESOS Y RESTOS FÓSILES ES POSIBLE DESCUBRIR SI LOS AUSTRALOPITECOS,NEANDERTHALES Y CROMAÑONES COMÍAN GRANOS DUROS DE LA SABANA O FRUTA MADURA DEL BOSQUE, CÓMO ROMPÍAN LA CÁSCARA DE LOS FRUTOS SECOS, CUÁNDO EMPEZARON A CAZAR Y A ASAR LA CARNE AL FUEGO, QUÉ HERRAMIENTAS USABAN PARA RECOLECTAR TUBÉRCULOS... UN REPASO DE LA HISTORIA DE LA EVOLUCIÓN HUMANA CONTADA CON PASIÓN POR UN EXPERTO.


homo ergaster

Homo erectus
El Homo erectus es un homínido extinto, que vivió entre 1,8 millones de años y 300.000 años antes del presente (Pleistoceno inferior y medio). Los H. erectus clásicos habitaron en Asia oriental (China, Indonesia). En África, se han hallado restos fósiles afines que con frecuencia se incluyen en otra especie, Homo ergaster; también en Europa, diversos restos fósiles han sido clasificados como H. erectus, aunque la tendencia actual es a reservar el nombre H. erectus para los fósiles asiáticos.[1]
Era muy robusto y tenía una talla elevada, casi 1,80 m de medida. El volumen craneal era muy variable, entre 800 y 1200 cc (la media fue aumentando a lo largo de su dilatada historia). Poseía un marcado toro supraorbitario y una fuerte mandíbula sin mentón, pero de dientes relativamente pequeños. Presentaba un mayor dimorfismo sexual que en el hombre moderno.
La industria lítica que producía pertenece principalmente al Achelense y probablemente conocía el uso del fuego.

Subespecies
Homo erectus erectus - Hombre de Java.
Homo erectus pekinensis - Hombre de Pekín
Hombre de Java (Homo erectus erectus)
Entre 1891 y 1892 el médico anatomista neerlandés Eugène Dubois creyó encontrar el «eslabón perdido» hipotetizado por Charles Darwin al descubrir algunos dientes sueltos, una calota craneal y un fémur —muy similar al del hombre moderno— en las excavaciones paleontológicas que realizaba en el río Solo cerca de Trinil, en el interior de la isla de Java (Indonesia). Dubois publicó estos hallazgos con el nombre de Pithecanthropus erectus[2] (hombre-mono erguido) en 1894, pero más conocido popularmente como "El Hombre de Java" u "Hombre de Trinil". No será hasta 1940 cuando se atribuirán estos restos al género Homo (Homo erectus erectus).




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Homo erectus erectusRango fósil: Pleistoceno
Restos originales descubiertos por Dubois en Java entre 1891


Hombre de Pekín (Homo erectus pekinensis)
En 1921 el geólogo sueco Gunnar Anderson descubrió un molar superior y un premolar inferior humanos, en el yacimiento de Zhoukoudian (Chou-k'ou-tien), China. Desde 1926 el anatomista canadiense Davidson Black dirigió un equipo de investigación que realizó exitosas excavaciones en la zona; en 1927 fue encontrado un molar inferior con el que Black propuso la especie Sinanthropus pekinensis. En 1928 se encontraron dos cráneos y Black mostró como el Sinanthropus debía estar emparentado con el Pithecanthropus de Java. En la década de 1930, el anatomista y antropólogo físico alemán Franz Weidenreich y otros expertos completaron el descubrimiento de la colección más famosas de fósiles de H. erectus, cerca de Pekín, fósiles que en su conjunto recibieron el nombre popular de hombre de Pekín. Weidenreich fue quien reinterpretó en 1940 estos restos como Homo erectus pekinensis, una subespecie de Homo erectus.
En la cueva de Zhoukoudian se encontraron restos de más de 30 individuos que habían vivido entre hace 500.000 y 250.000 años. Estos fósiles, 14 cráneos, 14 mandíbulas inferiores, 148 piezas dentales y algunos restos de esqueleto, se perdieron en 1941, al comienzo de la II Guerra Mundial, pero Weidenreich había hecho unas réplicas excelentes de los descubrimientos.
En excavaciones posteriores en este yacimiento, se encontraron más restos de H. erectus. En 1959 fue encontrada una mandíbula completa, en 1966 se hallaron fragmentos de huesos occipitales y frontales que concordaban con modelos de cráneos encontrados antes. Las excavaciones se multiplicaron después de 1972.
Herramientas
Miles de instrumentos líticos han sido encontrados en asociación con fósiles del Hombre de Pekín: tajadores, rascadores, cuchillos, martillos, yunques y algunas puntas. también instrumentos de huesos de ciervo, gamo y búfalo, como cavadores, cuencas, cuchillos y puntas. Se ha comprobado además que el Hombre de Pekín usaba el fuego para cocinar, pues en su cueva se han encontrado cenizas y carbón vegetal asociados a huesos de animales y a semillas quemadas; sin embargo, no hay acuerdo sobre si era fuego conservado de fuentes naturales o era ya producido artificialmente. Encontraron también instrumentos de construcción como martillo etc.



Homo rudolfensis
Esta segunda especie de Homo antiguo recibió el nombre de Homo rudolfensis, en honor al lago Rudolf (actualmente lago Turkana). Los fósiles más conocidos de H. rudolfensis proceden de la zona que rodea a este lago y datan de hace unos 1,9 millones de años. Los paleoantropólogos no han determinado aún el espacio total de tiempo en el que pudo haber existido.
Esta especie tenía el rostro y el cuerpo mayores que el H. habilis. La capacidad craneana media del H. rudolfensis era de aproximadamente 750 cm3. Los científicos necesitan mayores evidencias para establecer si el cerebro del H. rudolfensis en relación con su tamaño corporal era mayor que en el caso del H. habilis. Una relación cerebro-tamaño corporal mayor puede indicar mayor capacidad mental. El H. rudolfensis también tenía unos dientes bastante grandes, de tamaño parecido al de los australopitecinos robustos. El descubrimiento de incluso parte de un esqueleto fósil revelaría si esta forma más grande del Homo antiguo tenía proporciones corporales parecidas a las de los simios o más modernas. Los científicos han encontrado varios huesos de fémur de aspecto moderno datados en hace unos 2 o 1,8 millones de años que pueden proceder del H. rudolfensis. Estos huesos sugieren un tamaño corporal y un peso de 1,5 m y 52 kg, respectivamente.



Homo heidelbergensis
Muchos paleoantropólogos creen que los homínidos emigraron a Europa hace unos 800.000 años y que estas poblaciones no eran de Homo erectus. Cada vez un número mayor de científicos se refieren a estos primeros inmigrantes que llegaron a Europa —que precedieron al hombre de Neandertal y al Homo sapiens en la región— como Homo heidelbergensis. El nombre de la especie procede de una mandíbula de 500.000 años de antigüedad encontrada cerca de Heidelberg, Alemania.
Los científicos han encontrado en África pocos fósiles humanos pertenecientes al periodo comprendido entre hace 1,2 millones y 600.000 años, durante el cual el H. heidelbergensis o sus antepasados emigraron por primera vez a Europa. Las poblaciones de H. ergaster (o posiblemente de H. erectus) parecen haber vivido en África hasta hace al menos unos 800.000 años y posiblemente en el norte de África hasta hace unos 500.000 años. Cuando estas poblaciones desaparecieron, parece que otros homínidos de constitución ósea más fuerte y cerebros más grandes —posiblemente el H. heidelbergensis— las sustituyeron. Los científicos han encontrado fósiles de estos hombres más bajos en los yacimientos de Bodo en Etiopía, Saldanha en Sudáfrica, Ndutu en Tanzania y Kabwe en Zambia.
Los científicos han propuesto al menos tres interpretaciones diferentes para estos fósiles africanos. Algunos los sitúan en la especie H. heidelbergensis y piensan que esta especie dio lugar tanto al hombre de Neandertal (en Europa) como al H. sapiens (en África). Otros piensan que los fósiles europeos y africanos pertenecen a dos especies diferentes y que las poblaciones africanas —que, según esta hipótesis, no eran de H. heidelbergensis sino de una especie diferente— dieron lugar al H. sapiens. Sin embargo, otros científicos defienden la antigua hipótesis de que el H. erectus y el H. sapiens pertenecen a un único linaje evolutivo y que los fósiles africanos pertenecen a la categoría del H. sapiens arcaico (‘arcaico’ hace referencia a que su anatomía no era totalmente moderna).
La evidencia de los fósiles no favorece claramente a ninguna de estas hipótesis sobre las demás. Cada vez un número mayor de fósiles procedentes de Asia, África y Europa presentan características intermedias entre el primer Homo ergaster y el Homo sapiens, lo que dificulta la identificación de las diferentes especies y la determinación de qué grupo de fósiles representa el antepasado más probable de los hombres posteriores.
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El Neandertal
El hombre de Neandertal vivió en áreas situadas entre el oeste de Europa y Asia central en una época comprendida entre hace 120.000 y 30.000 años. El nombre de Neandertal se debe a los fósiles encontrados en 1856 en la cueva Feldhofer del valle del Neander en Alemania (tal —forma moderna de thal— significa ‘valle’ en alemán). Los científicos se dieron cuenta varios años después de que algunos descubrimientos anteriores —realizados en 1829 en Engis, Bélgica, y en 1848 en Forbes Quarry, Gibraltar— también pertenecían a un Neandertal. Estos dos primeros descubrimientos se refieren a los primeros fósiles de humanos primitivos
encontrados.
Cráneo del hombre de Neandertal
El cráneo del Homo sapiens neanderthalensis (en la imagen, a la izquierda), que presenta marcados arcos superciliares, difiere considerablemente del perteneciente al hombre actual, el Homo sapiens sapiens (al ampliar la fotografía, a la derecha), más redondeado y con las paredes óseas más delgadas.


En el pasado, los científicos pensaban que existían grandes diferencias entre el hombre de Neandertal y del hombre moderno. Esta suposición se basaba en una reconstrucción defectuosa de un esqueleto de Neandertal que presentaba las rodillas dobladas y una forma de andar con la cabeza baja y los brazos caídos. Esta reconstrucción dio la impresión general, aunque errónea, de que el hombre de Neandertal era un individuo rudo de escasa inteligencia que vivía de forma tosca.
Por el contrario, el Neandertal, como las especies que le precedieron, caminaba totalmente erguido y no tenía la mirada baja ni las rodillas dobladas. Además, su capacidad craneana era bastante grande (aproximadamente de 1.500 cm3), ligeramente superior a la del hombre moderno (la diferencia se debe probablemente a su mayor masa muscular frente a la del hombre moderno, que normalmente va aparejada a un volumen cerebral mayor).
Comparado con los primeros homínidos, él tenía un alto grado de sofisticación cultural. Parece que realizaba rituales simbólicos como, por ejemplo, el enterramiento de los muertos. Los fósiles de esta especie —incluida una serie de esqueletos bastante completos— son bastante numerosos si se comparan con los de formas más primitivas de Homo, en parte debido a sus costumbres funerarias. También fabricaba sofisticados utensilios de piedra del tipo conocido como musteriense.
Junto a muchas similitudes físicas, el Neandertal difería, sin embargo, del hombre moderno en varios aspectos: poseía un cráneo achatado y alargado, senos nasales anchos (lo que sugería una nariz grande), mejillas prominentes, marcados arcos superciliares, mentón retraído y un espacio detrás del tercer molar.
El esqueleto del Neandertal también era de complexión más fuerte con huesos más gruesos que los del hombre moderno. Otras características esqueléticas eran la curvatura de los huesos de los miembros inferiores en algunos individuos, escápulas anchas, articulaciones de la cadera giradas hacia fuera, pubis largo y delgado y huesos cortos en las partes inferiores de piernas y brazos en comparación con los huesos superiores. En conjunto, estos rasgos componían un cuerpo potente y compacto de baja estatura —el hombre medía un promedio de 1,7 m de altura y pesaba 84 kg, mientras que la mujer medía un promedio de 1,5 m de altura y pesaba 80 kg.
La complexión baja y fuerte del Neandertal le permitía conservar el calor y le ayudaba a soportar condiciones extremadamente frías como las que comenzaron a imponerse en las regiones templadas hace unos 70.000 años. Los últimos fósiles conocidos de esta especie procedían del oeste de Europa y tienen más de 36.000 años de antigüedad.
Al mismo tiempo que las poblaciones de Neandertal crecían en número en Europa y en partes de Asia, surgieron otras poblaciones de homínidos casi modernos en África y Asia. Los científicos se refieren habitualmente a estos fósiles, que son distintos pero parecidos a los del Neandertal, como primitivos. Los fósiles de los yacimientos chinos de Dali, Maba y Xujiayao muestran el cráneo chato y alargado y el rostro ancho típicos de los primeros homínidos, aunque también presentan algunas características similares a las de los humanos modernos de la región. En la cueva del yacimiento de Jebel Irhoud, Marruecos, los científicos han encontrado fósiles con el cráneo alargado típico de los homínidos primitivos pero también con rasgos modernos como una frente algo más alta y rostro más plano. Los fósiles humanos procedentes de yacimientos de África oriental de hace más de 100.000 años —tales como Ngaloba en Tanzania y Eliye Springs en Kenia— también parecen mostrar una mezcla de rasgos primitivos y modernos.







Religión
Las tumbas encontradas en Europa y Asia occidental indican que el Neandertal ya enterraba a sus muertos. Algunos yacimientos contienen tumbas muy poco profundas, tal vez cavadas por miembros de un grupo o familia sencillamente para alejar a los cadáveres de su vista. En otros casos parece que ciertos grupos realizaban rituales para llorar por sus muertos o comunicarse con los espíritus. Algunos investigadores aseguran que los objetos encontrados en las tumbas, tales como flores o huesos de animales, habían sido colocados junto al cadáver, lo que sugiere que algunos grupos pudieron haber creído en una vida después de la muerte. En numerosos enterramientos neandertalenses el cadáver tenía las piernas y los brazos doblados sobre su pecho, lo que podría indicar un posición ritual de enterramiento.
Sin embargo, otros investigadores rechazan estas interpretaciones y sugieren que tal vez el Neandertal tenía razones más bien prácticas que religiosas para posicionar así los miembros de sus cadáveres. Así, por ejemplo, un cuerpo situado en posición fetal sólo necesitaría un agujero de tamaño reducido para su enterramiento, lo que facilitaría la tarea de cavar la tumba. Además, los huesos de animales y el polen de flores cerca de los cadáveres podían haber sido depositados allí por accidente o sin intención religiosa.
Anteriormente, numerosos científicos pensaban que los huesos fosilizados de osos de las cavernas (especie de gran oso actualmente extinguido) que se ha encontrado en las cuevas de Neandertal indicaban que estos homínidos practicaban lo que se ha denominado ‘el culto al oso de las cavernas’. Sin embargo, tras un estudio cuidadoso, se ha llegado a la conclusión de que aquellos animales murieron mientras estaban invernando y que el Neandertal ni recogía sus huesos ni los adoraba.

La voz de Neanderthal
A través de un sintetizador computarizado, los antropólogos e investigadores de la Universidad de Florida (Estados Unidos) han llegado a reconstituir un modelo de la voz con que se comunicaba el hombre de neandertal.
Hombre de Neanderthal

El fin de esta investigación era entender como era el mecanismo de comunicación verbal de este antecedente del actual hombre y para poder lograrlo primero se ensamblaron partes del cuerpo del homínido que formaban parte en el habla, esto se hizo basándose en los fósiles que fueron encontrados en Francia.
De esta formase pudo determinar que los miembros de esta especie contaban con una laringe con la que podían producir algunos sonidos que los humanos son capaces de generar en la actualidad. A pesar de eso, la posición de la suya no le daba la posibilidad de pronunciar las vocales.
El método se trataba en reconstruir el sonido por sonido y aunque se aspira a lograr una frese que esté completa, por ahora parece difícil de lograrse, habrá que esperar un poco…
El hombre de neanderthal hacía música similar al rap
El hombre de Neanderthal, ancestro del hombre moderno que habitó la tierra hace unos 30.000 años, tenía su propia música y danza, muy similar al 'rap' actual, según un estudio del cientifico británico Steven Mithen, de la Universidad de Reading. Su investigación, adelantada por la BBC, serán publicadas en el libro "Cantantes Neandertales: orígenes de la música, el lenguaje y la mente". "La gente a menudo se imagina al Neanderthal como un individuo aburrido y gruñón, pero tenía un gran gusto por la música", señaló Mithen. El académico agregó que las canciones que interpretaba expresaban emociones como el desconcierto y la felicidad. "Todos somos musicales. Somos capaces de apreciar la música de cierta forma y responder a ella. El hombre de Neanderthal pudo haber utilizado canciones y frases que no hubieran tenido que descomponerse como sucede con el lenguaje moderno", consideró. El investigador considera que nuestros ancestros probablemente cantaban, aplaudían y danzaban para comunicar su estado anímico. "Ellos no contaban con palabras. En cierto sentido eran más musicales que nosotros", señaló. Además, debido a que se reunían en cuevas, los lazos entre sus grupos se reforzaban constantemente. "Tuvo que haber muchos cantos en esos grupos. Hoy en día la música sigue usándose para estrechar los vínculos de grupo. Sólo basta mirar a la multitud en un estadio de fútbol, el coro en una iglesia o los niños en el patio de juegos", anotó. Finalmente, afirmó que los neanderthales no eran particularmente creativos a pesar de que sus canciones se transmitieron de una generación a otra. Desde su punto de vista, lo más probable es que el hombre neanderthal, que ya contaba con cuerdas vocales totalmente evolucionadas, imitara el canto de los pájaros y otros sonidos naturales para crear su música.



El hombre de Neanderthal tenía su propia música y danzaEl hombre de Neanderthal, ancestro del hombre moderno que habitó la tierra hace unos 30.000 años, tenía su propia música y danza, según un investigador británico citado por la BBCEl profesor Steven Mithen, de la Universidad de Reading, aseguró que estos habitantes de las cuevas tenían sonidos y ritmos muy parecidos a los de de los actuales grupos de 'rap'. Las conclusiones del investigador aparecen en el libro "Cantantes Neandertales: orígenes de la música, el lenguaje y la mente", que se publicará próximamente. "La gente a menudo se imagina al Neanderthal como un individuo aburrido y gruñón, pero tenía un gran gusto por la música", señaló Mithen. El académico agregó que las canciones que interpretaba expresaban emociones como el desconcierto y la felicidad. "Todos somos musicales. Somos capaces de apreciar la música de cierta forma y responder a ella. La música y el lenguaje se desarrollan a la vez. El hombre de Neanderthal pudo haber utilizado canciones y frases que no hubieran tenido que descomponerse como sucede con el lenguaje moderno", consideró. El investigador opinó que nuestros ancestros probablemente cantaban, aplaudían y danzaban para comunicar su estado anímico. "Ellos no contaban con palabras. En cierto sentido eran más musicales que nosotros", dijo. Además, debido a que se reunían en cuevas, los lazos entre sus grupos se reforzaban constantemente. "Tuvo que haber muchos cantos en esos grupos. Hoy en día la música sigue usándose para estrechar los vínculos de grupo. Sólo basta mirar a la multitud en un estadio de fútbol, el coro en una iglesia o los niños en el patio de juegos", anotó. Finalmente, afirmó que los neanderthales no eran particularmente creativos a pesar de que sus canciones se transmitieron de una generación a otra. Desde su punto de vista, lo más probable es que el hombre neanderthal, que ya contaba con cuerdas vocales totalmente evolucionadas, imitara el canto de los pájaros y otros sonidos naturales para crear su música.






Homo sapiens sapiens
Los fósiles más antiguos encontrados con características esqueléticas típicas del hombre moderno datan de hace unos 130.000 a 90.000 años. Varias características clave diferencian los cráneos del hombre moderno de los de las especies primitivas: arcos superciliares poco marcados, cráneo redondo y rostro aplanado o sólo ligeramente prominente de tamaño reducido situado bajo la parte frontal del cráneo. De todos los mamíferos, sólo el hombre tiene la cara posicionada directamente bajo el lóbulo frontal (el área más adelantada del cráneo). Como resultado, el hombre moderno tiende a tener una frente más alta que la que tenían el Neandertal y otros homínidos primitivos. La capacidad craneana del hombre moderno oscila entre aproximadamente 1.000 y 2.000 cm3, siendo la media de aproximadamente 1.350 cm3.
En los yacimientos de Singha en Sudán, Omo en Etiopía, Klasies River Mouth en Sudáfrica y Skhûl en Israel los científicos han encontrado restos de cráneos de los primeros Homo sapiens sapiens. Basándose en estos fósiles, muchos científicos concluyen que el hombre moderno ya había evolucionado en África hace unos 130.000 años y que en algún momento hace 90.000 años comenzó a dispersarse hacia diferentes partes del mundo por una ruta a través del Oriente Próximo.
Migraciones prehistóricas de Homo sapiens
Junto a los hallazgos arqueológicos, el principal indicador de la expansión del ser humano por el planeta es el ADNm, aunque se está investigando el cromosoma Y, que es característico de los machos, para lograr mayores precisiones.
Los humanos ya habrían comenzado a salir del África unos 90.000 años antes del presente. Colonizando para esas fechas el sur de Eurasia (Estos restos fósiles han sido atribuibles a tempranos homo sapiens, pero su real relación con los humanos modernos es aun discutida).[11]


Mapa de la migración humana según estudios del ADN mitocondrial. La leyenda representa los miles de años desde la actualidad. La línea azul señala la extensión máxima de los hielos y las áreas de tundra durante la última gran glaciación.
Australia y Nueva Guinea: la Línea de Wallace significó para los Homo sapiens un límite insuperable durante casi 20.000 años para acceder a esta región. La llegada de humanos a Australia se data hace unos 70.000 años cuando pudieron fabricar rústicas almadías o balsas de juncos para atravesar el estrecho que durante las glaciaciones formaba la Fosa de Wallace, separando a Australasia.
Europa: comenzó a ser colonizada hace sólo unos 40.000 años, ellos suponen que durante milenios el desierto de Siria resultaba una barrera infranqueable desde África hacia Europa, por lo que habría resultado más practicable una migración costera desde las costas de Eritrea a las costas yemeníes y de allí al subcontinente indio. La expansión por Europa coincide con la extinción de su coetáneo de entonces, el hombre de Neandertal.
Oceanía: la colonización de estas islas más próximas a Eurasia se habría iniciado hace unos 50.000 años, pero la expansión por esta MUG (macro-unidad geográfica) fue muy lenta y gradual, y hasta hace unos 15.000 años los Homo sapiens no comenzaron una efectiva expansión por Oceanía, aunque archipiélagos como el de Hawái y Nueva Zelanda no estaban aún poblados por seres humanos hace 2.000 ó 1.500 años (se requirió el desarrollo de una apropiada técnica naval y conocimientos suficientes de náutica.
América: la llegada del hombre a América, se habría iniciado durante el Wurmiense. Esto hace unos 40.000, o cuando menos, 30.000 años atrás. Durante las glaciaciones el nivel de los océanos desciende al grado que el "Viejo Mundo" y el "Nuevo Mundo" forman un megacontinente unido por el Puente de Beringia.
Antártida: ha sido la última MUG descubierta por el español Gabriel de Castilla (1603), siendo poblada desde 1904, y con población nativa desde 1978 (población chilena).



Cueva de Altamira
Los bisontes que se pueden observar en la imagen son sólo una pequeña muestra del conjunto de pinturas prehistóricas que la cueva de Altamira alberga. Datadas en más de 15.000 años de antigüedad, sus representaciones animalísticas, ejecutadas con un hábil estilo naturalista dominador del trazo y de la utilización de los colores, motivaron que esta gruta cántabra, ubicada en el término de Santillana del Mar, recibiera el apelativo de 'Capilla Sixtina del arte paleolítico'.


Pintura rupestre, Lascaux
Las pinturas prehistóricas de las cuevas de Lascaux, Francia, datan aproximadamente del 13000 a.C. y fueron realizadas con pigmentos (rojo y ocre) soplados a través de huesos huecos sobre la roca, o aplicados con juncos o ramas aplastadas después de mezclarlos con grasa animal.



La bipedación
Los Homínidos, primates bípedos, habrían surgido hace unos 6 ó 7 millones de años en África, cuando dicho continente se encontró afectado por una progresiva desecación que redujo las áreas de bosques y selvas. Como adaptación al bioma de sabana aparecieron primates capaces de caminar fácilmente de modo bípedo y mantenerse erguidos . Más aún, en un medio cálido y con fuerte radiación ultravioleta e infrarroja una de las mejores soluciones adaptativas son la marcha bípeda y la progresiva reducción de la capa pilosa, esto evita el excesivo recalentamiento del cuerpo. Hace 150.000 años el norte de África volvió a sufrir una intensa desertización lo cual significó otra gran presión evolutiva como para que se fijaran los rasgos principales de la especie Homo sapiens.
Para lograr la postura y marcha erecta han tenido que aparecer importantes modificaciones:
Cráneo. Para permitir la bipedestación, el foramen magnum (u orificio occipital por el cual la médula espinal pasa del cráneo a la raquis) se ha desplazado; mientras en los simios el foramen magnum se ubica en la parte posterior del cráneo, en el Homo sapiens (y en sus ancestros directos) el foramen magnun se ha "desplazado" casi hacia la base del mismo.
Actualmente el cráneo esta constituido por ocho huesos, cuatro impares y cuatro pares. Los cuatro primeros son:
Frontal: o hueso de la frente.
Etmoides: situado detrás de la frente y la nariz.
Esfenoides: detrás del etmoides.
Occipital: o hueso de la nuca,que presenta un orificio por el que penetra la porción superior de la columna vertebral.
Los otros cuatro huesos, pares de dos en dos, se denominan:
Parietales: situados a ambos lados del cráneo y en la porción superior del mismo.
Temporales: situados en la parte inferior y lateral del cráneo, a la altura de los oídos.



Columna vertebral. La columna vertebral bastante rectilínea en los simios, en el Homo sapiens y en sus ancestros bípedos ha adquirido curvaturas que permiten soportar mejor el peso de la parte superior del cuerpo, tales curvaturas tienen un efecto "resorte". Por lo demás la columna vertebral ha podido erguirse casi 90º a la altura de la pelvis, si se compara con un chimpancé se nota que al carecer este primate de la curva lumbar, su cuerpo resulta empujado hacía adelante por el propio peso; en la raquis humana el centro de gravedad se ha desplazado, de modo que el centro de gravedad de todo el cuerpo se sitúa encima del soporte que constituyen los pies, al tener el Homo sapiens una cabeza relativamente grande el centro de gravedad corporal es bastante inestable (y hace que al intentar nadar, el humano tienda a hundirse "de cabeza"). Otro detalle; las vértebras humanas son más circulares que las de los simios, esto les permite soportar mejor el peso vertical.
La función de la columna vertebral es la de soportar el cráneo, las extremidades y la caja torácica, así como la de proteger la medula espinal, consta de 33 o 34 huesos, denominados vertebras, que se encuentran superpuestos regularmente a lo largo de ella. La longitud de la columna vertebral de un adulto medio es aproximadamente de 75 cm. Se distinguen en ella varias porciones que, de arriba abajo, se denominan:
Cervical: Consta de siete vertebras libres, las dos primeras de las cuales reciben el nombre de atlas y axis y representan una configuración especial.
Dorsal o torácica: posee doce vertebras que se articulan con las costillas, formando la llamada caja torácica.
Lumbar: consta de cinco vertebras .
Pelvica: esta formada por nueve o diez vertebras que se sueldan entre si para formar dos huesos: el sacro, constituido por las cinco primeras, y el cóccix, formado por las cuatro o cinco restantes.
Pelvis. La pelvis se ha debido ensanchar, lo cual ha sido fundamental en la evolución de nuestra especie. Los huesos ilíacos de la región pelviana en los Homo sapiens (e inmediatos antecesores) "giran" hacia el interior de la pelvis, esto le permite soportar mejor el peso de los órganos al estar en posición erecta. La citada modificación de la pelvis implica una disminución importante en la velocidad posible de la carrera por parte de los humanos. La bipedestación implica una posición de la pelvis, que hace que las crías nazcan "prematuras": en efecto, el parto humano es denominado ventral acodado ya que existe casi un ángulo recto entre la cavidad abdominal y la vagina que en el pubis de la mujer es casi frontal, si en todos los otros mamíferos el llamado canal de parto es muy breve, en cambio en las hembras de Homo sapiens es muy prolongado y sinuoso, esto hace dificultosos los alumbramientos. Como se verá más adelante, esto ha sido fundamental en la evolución de nuestra especie.


Piernas. También para la bipedestación ha habido otros cambios morfológicos muy importantes y evidentes, particularmente en los miembros y articulaciones. Los miembros inferiores se han robustecido, el fémur humano se inclina hacia adentro, de modo que le posibilita la marcha sin necesidad de girar casi todo el cuerpo; la articulación de la rodilla se ha vuelto casi omnidireccional (esto es, puede moverse en diversas direcciones), aunque en los monos -por ejemplo el chimpancé- existe una mayor flexibilidad de la articulación de la rodilla, es para un mejor desplazamiento por las copas de los árboles, es así que el humano a diferencia de sus parientes más próximos no marcha con las rodillas dobladas.
La extremidad inferior también esta formada por cuatro segmentos que, de arriba a abajo, reciben el nombre de cadera, muslo, pierna y pie.
La cadera: o cintura pelviana, une la extremidad inferior con el tronco, y esta constituida por un solo hueso, el coxal o iliaco, que en realidad es la unión de tres: ilion, isquion y pubis.
El muslo: esta formado por un solo hueso, el fémur, que es el hueso mas largo del cuerpo.
La pierna: consta de dos huesos largos: la tibia, en la cara interna, y el peroné, en la externa, y uno corto, la rotula, en la articulación de la rodilla.

Pies. En los humanos los pies se han alargado, particularmente en el talón, reduciéndose algo los dedos del pie y dejando de ser oponible el "pulgar" del pie (el dedo mayor), en líneas generales el pie ha perdido casi totalmente la capacidad de aprehensión. Se sabe, en efecto, que el pie humano ha dejado de estar capacitado para aferrarse (cual si fuera una mano) a las ramas, pasando en cambio a tener una función importante en el soporte de todo el cuerpo. El dedo mayor del pie tiene una función vital para lograr el equilibrio de los homínidos durante la marcha y la postura erecta; en efecto, el pulgar del pie de un chimpancé es transversal, lo que permite al simio aferrarse más fácilmente de las ramas, en cambio el "pulgar" del pie humano, al estar alineado, facilita el equilibrio y el impulso hacia adelante al marchar o correr. Los huesos de los miembros inferiores son relativamente rectilíneos en comparación con los de otros primates.
El pie esta constituido por veintiséis huesos agrupados en tres zonas: tarso, metatarso y dedos.
Tarso: esta formado por siete huesos que soportan el peso de todo el cuerpo: astrágalo, calcáneo, escafoides y tres huesos cuneiformes.
Metatarso: consta de cinco huesos que no tienen nombre propio y que se denominan según el lugar que ocupan: primer metatarsiano, segundo, etcétera.
Dedos: como en el caso de la mano, los dedos del pie están formados por tres falanges que reciben asimismo el nombre de falange, falangina y falangeta. El dedo gordo, como el pulgar, poseen solo dos falanges.






Evolución de la mano

· Todos los primates tienen la capacidad de agarrar con sus manos, lo cual es una adaptación muy útil para la vida arborícola, pero muchos de ellos sólo ejercen fundamentalmente una presión fuerte y poco precisa, agarrando los objetos entre la palma de la mano y la totalidad de los dedos.
· Para poder asir objetos con delicadeza y manipularlos con precisión se requiere que el pulgar sea un dedo de características diferentes a las de los demás, con capacidad de rotar lateralmente con respecto a la mano y de oponerse a cada uno de los demás dedos. Los grandes simios antropomorfos, como orangutanes, gorilas y chimpancés, presentan un pulgar oponible y pueden ejercer una pinza de precisión, pero mucho más torpemente que el hombre.
· Ello es debido a la escasa longitud relativa del pulgar con respecto a los demás dedos, que impide que se pueda enfrentar una yema contra la otra. El hombre tiene un pulgar mucho más largo con respecto al resto de la mano que los otros antropomorfos. Esto se ha producido más bien debido a un acortamiento del resto de la mano que a un crecimiento del pulgar. Los orangutanes, que viven en los árboles, tienen los dedos no pulgares muy largos para poder agarrarse a las ramas con mayor eficacia. Los antropomorfos que se desplazan a cuatro patas (gorilas y chimpancés), andan sobre los nudillos de las manos porque aún siguen conservando una mano larga, recuerdo de sus orígenes arbóreos (es útil conservar una buena capacidad de trepar a los árboles, por ejemplo, para escapar de un peligro momentáneo).
· ¿Cuál ha sido la fuerza evolutiva que ha moldeado nuestra mano de forma diferente a la de nuestros antepasados? Algunos autores sostenían que fue la fabricación de herramientas, para la cual la pinza de precisión humana es muy ventajosa, la que impulsó la adquisición de las proporciones actuales. Tanto chimpancés como gorilas usan herramientas y los chimpancés son incluso capaces de modificar objetos naturales de carácter orgánico, como hojas o ramas, para fabricar sus propias herramientas. Pero la fabricación de útiles de piedra es un atributo exclusivo del género Homo, desde hace unos 2,5 millones de años.
· La prueba de fuego para poder decidir si la fabricación de herramientas de piedra fue el motor de los cambios estructurales en la mano humana sería averiguar en qué momento los fósiles de homínidos empiezan a mostrar cambios en la longitud relativa de sus dedos. Si estos cambios ocurren mucho antes de que se empiecen a fabricar herramientas, entonces debe ser otro el motor que los ha impulsado.
· Esto es precisamente lo que parece haber demostrado un equipo de paleontólogos del Instituto M. Crusafont, de Sabadell. Según sus resultados, un miembro primitivo de la familia de los homínidos, Australopithecus afarensis presentaba ya hace unos 3,5-4 millones de años unas proporciones similares a las de la mano humana, con un pulgar largo en comparación con el resto de la mano, que se ha acortado.
· La dificultad para llegar a estas conclusiones consistía en que los restos óseos de los distintos dedos encontrados pertenecían a individuos diferentes, y no se podía descartar que las proporciones estuvieran distorsionadas por el hecho de que unos individuos fueran mayores que otros. La novedad del enfoque de estos paleontólogos ha consistido en aplicar modernas simulaciones estadísticas por ordenador que han permitido descartar otras proporciones por ser muy poco probables.
· Basándose en la congruencia de tamaños de los dedos y en cómo encajaban las articulaciones, reconstruyeron las dos manos parciales atribuidas a un mismo individuo. Para asegurarse de que efectivamente los distintos huesos pertenecían a un mismo individuo, estudiaron grandes muestras aleatorias de huesos de manos de humanos y de simios antropoides, generando “manos quiméricas” compuestas por huesos escogidos al azar, en las que probablemente hay huesos de varios individuos. Calcularon la probabilidad de que por error se hubieran generado las proporciones observadas y resultó ser menor del 5%, lo que prácticamente descarta que en la reconstrucción participaran huesos de distintos individuos.
· Los resultados son muy interesantes ya que muestran que la mano empezó a adquirir proporciones humanas cuando se liberó de las restricciones que imponía la locomoción. Australopithecus afarensis era ya bípedo y tenía las manos libres para manipular objetos. Los simios antropomorfos necesitan sus extremidades anteriores para desplazarse y su forma está adaptada principalmente para la locomoción. Sólo secundariamente usan las manos para tareas manipulativas. En palabras de uno de los investigadores, Salvador Moyà, “tienen las manos diseñadas para la locomoción y hacen lo que pueden con la manipulación”.
· En los primeros homínidos, el impulso que dirigió la evolución de la mano fue el de adquirir una mayor habilidad para manipular con precisión objetos y quizá construir herramientas con materiales vegetales. Se podían obtener grandes beneficios si se adquiría la suficiente destreza para extraer termitas de sitios complicados o para separar las nutritivas semillas del resto de un fruto pequeño. Por tanto, no es necesario acometer la fabricación de útiles de piedra para estimular y dirigir la evolución de la mano hasta nuestras proporciones actuales. Quizá los primeros homínidos fueron unos artesanos muy competentes, pero sólo elaboraron sus obras con materiales vegetales efímeros y frágiles, y debido a ello no reconocemos su talento.
La mano esta formada por veintisiete huesos agrupados en tres zonas: carpo, metacarpo y dedos.

Carpo:esta formado por ocho huesos: escafoides, semilunar, piramidal, pisiforme, grande y ganchoso.

Metacarpo: Esta constituido por cinco huesos, conocidos como metacarpianos, que forman la palma y el dorso de la mano.

Dedos: en numero de cinco, están formados por tres falanges, que desde el origen del dedo hasta su punta reciben el nombre de falange, falangina, y falangeta. El dedo pulgar solo posee dos.



Reflexión: Ventajas de la bipedestación
Es evidente que la gran cantidad de modificaciones anatómicas que condujeron del cuadrupedismo al bipedismo requirió una fuerte presión selectiva. Se ha discutido mucho sobre la ineficacia de la marcha bípeda comparada con la cuadrúpeda. También se ha criticado que ningún otro animal de los que se adaptaron a la sabana al final de Mioceno desarrolló una marcha bípeda. Hemos de tener en cuenta que partimos de homínidos con un tipo de desplazamiento cuadrúpedo que no es ninguna maravilla adaptativa; en efecto, el modo en que se desplazan los chimpancés, apoyando la segunda falange de los dedos de las manos no puede compararse a la marcha cuadrúpeda de ningún otro mamífero. Puede ser suficiente en trayectos cortos por el suelo, pero no es muy eficaz para grandes desplazamientos en terreno abierto. Los primeros homínidos de sabana probablemente se vieron obligados a desplazarse distancias considerables en campo abierto para alcanzar grupos de árboles situados a distancia. La marcha bípeda pudo ser muy eficaz en estas condiciones ya que:[2]
Permite otear el horizonte por encima de la vegetación herbácea en busca de árboles o depredadores.
Permite transportar cosas (como comida, palos, piedras o crías) con las manos, liberadas de la función locomotora.
Es más lenta que la marcha cuadrúpeda, pero es menos costosa energéticamente, lo que debería ser interesante para recorrer largas distancias en la sabana, o en un hábitat más pobre en recursos que la selva.
Expone menos superficie al sol y permite aprovechar la brisa, lo que ayuda a no recalentar el cuerpo y ahorrar agua, cosa útil en un hábitat con escasez del líquido elemento.
Hace años se argumentó que la liberación de las manos por parte de los primeros homínidos bípedos les permitió elaborar armas de piedra para cazar, lo cual habría sido el principal motor de nuestra evolución. Hoy está claro que la liberación de las manos (que se produjo hace más de 4 millones de años) no está ligada a la fabricación de herramientas, que aconteció unos 2 millones de años después, y que los primeros homínidos no eran cazadores y que a lo sumo comían carroña esporádicamente.
Pero sin duda la bipedestación trajo una ventaja clave para la supervivencia: la reproducción, ya que el hecho de pasar del cuadrupedismo al bipedismo conllevo un cambio anatómico de las caderas, este cambio suponía un ensachamiento del canal del parto (aproximadamente de 1 cm) que hacia más fácil el alumbramiento como consecuencia esta característica (el bipedismo) que claramente era ventajosa pasó a ser el rasgo, que miles de generaciones posteriores, nos definiría.

Reflexión:

El ser humano como primate

Los genes del ser humano y del chimpancé son idénticos en aproximadamente un 98%, por lo que el chimpancé resulta ser el pariente biológico vivo más próximo al hombre. Esto no significa que el ser humano evolucionara a partir del chimpancé, sino que ambas especies se desarrollaron a partir de un antepasado simio común. El orangután, un simio originario del Sureste asiático, difiere mucho más del hombre desde el punto de vista genético, lo que indica una relación evolutiva más distante.
El hombre moderno posee una serie de características físicas que reflejan un antepasado simio. Así, por ejemplo, la articulación del hombro tiene una gran movilidad y sus dedos son capaces de agarrar con fuerza. En los simios estas características están altamente desarrolladas como braquiadores que son para adaptarse al balanceo entre las ramas de los árboles. A pesar de que el hombre no realiza este movimiento, ha mantenido la anatomía general de esta adaptación primitiva. Tanto el ser humano como los simios tienen asimismo cerebros más grandes y capacidades cognitivas mayores que la mayoría de los demás mamíferos.
La vida social humana, asimismo, se asemeja a la de los simios y otros primates africanos —como mandriles y macacos rhesus— que viven en grandes y complejos grupos sociales. En particular, el comportamiento entre los chimpancés se parece mucho al humano. Así, por ejemplo, establecen relaciones duraderas entre sí, participan en actividades sociales tales como el aseo, la alimentación o la caza, y forman entre sí coaliciones estratégicas para aumentar su estatus y poder. Puede que los humanos primitivos tal vez también mantuviesen este tipo de vida social compleja.
Sin embargo, el hombre moderno difiere de los simios en muchos aspectos significativos. Así, por ejemplo, a pesar de la gran inteligencia de éstos, el ser humano tiene un cerebro mucho mayor y más complejo, presenta una capacidad intelectual única y elabora formas de cultura y comunicación. Además, sólo él anda habitualmente erguido, puede manipular con precisión objetos muy pequeños y tiene una estructura de garganta que le permite hablar.
El Hombre de Cro-Magnon
El Hombre de Cro-Magnon es el nombre con el cual se suele designar al tipo humano correspondiente a ciertos fósiles de Homo sapiens (es decir, la especie humana actual), en especial los asociados a las cuevas de Europa en las que se encontraron pinturas rupestres. Suele castellanizarse y abreviarse como cromañón, sobre todo para su uso en plural (cromañones). Cro-Magnon es la denominación local de una cueva francesa en la que se hallaron los fósiles a partir de los que se tipificó el grupo. Su datación (40.000 y 10.000 años de antigüedad) se toma como el hito que da comienzo al Paleolítico superior desde el punto de vista antropológico, mientras que el límite moderno no lo marca la aparición de ninguna modificación física, sino ambiental y cultural: el fin de la última glaciación y el comienzo del actual periodo interglacial (periodo geológico Holoceno), con los periodos culturales denominados Mesolítico y el Neolítico.
El uso del concepto "hombre de Cro-magnon" como alternativo a otras denominaciones está abandonado por los prehistoriadores y paleontólogos en la actualidad, aunque puede encontrarse su uso en las publicaciones, normalmente como sinónimo de "homo sapiens" en el paleolítico, sin más precisiones.
Los primeros hombres modernos europeos se agrupaban hasta hace poco en dos variedades: la raza de Cro-Magnon, más robusta, y la variedad de Combe Capel, Brno o Predmost, más grácil. En realidad, esta dicotomía pretendía justificar el binomio cultural Auriñaciense-Perigordiense y hoy en día se ha abandonado, estando sólo generalizado el uso del término cromañones para los hombres modernos paleolíticos. Variedades más tardías (hombre de Grimaldi o de Chancelade) tampoco parecen tener diferencias somáticas que justifiquen una completa diferenciación poblacional de tipo racial.
[1]
No obstante, durante mucho tiempo se popularizó la errónea identificación de esos tres tipos humanos con las tres divisiones raciales o razas humanas de la antropología clásica: Cro-Magnon con la raza blanca o caucasoide, Grimaldi con la raza negra o negroide y Chancelade con los esquimales o raza amarilla o mongoloide.[2]





Cráneo de un hombre de Cro-Magnon


Cráneo de una mujer de Cro-Magnon
Forma de vida
Vivía en cuevas y temporalmente en campamentos al aire libre. Sin que pueda considerárseles sedentarios, posiblemente mantenían un lugar preferente de residencia, que ocasionalmente abandonarían para trasladarse a otro. La forma de vida era cazadora-recolectora. Cazaba en grupo; los animales grandes, con trampas; y los pequeños, con piedras y saetas. Las mujeres recolectaban frutos.

Neandertales y cromañones
La relación que pudo tener el hombre de Cro-magnon con el Hombre de Neanderthal durante las primeras etapas del Paleolítico Superior en Europa, zona en la que hubo poblaciones de ambas especies durante un breve periodo -hasta hace unos 29.000 años, o incluso unos 27.000 años en el sur de la Península Ibérica-, ha sido objeto de muchas especulaciones -si el contacto fue más o menos violento, si era posible la hibridación[4] -, aunque lo único cierto es que el neandertal se extinguió. Sus diferencias morfológicas suelen interpretarse como una adaptación a un clima frío en los neanderthales y una acusada neotenia en los cromañones. Se ha apuntado también la posibilidad de que los cromañones dispusieran de una mayor capacidad para el lenguaje (tanto del aparato fonador como cerebral, para el pensamiento simbólico), con las implicaciones que esto tendría para la vida social




Tradiciones del Clan
Las mujeres no pueden participar en las ceremonias de los hombres, incluso no pueden comunicarse sin su permiso ni mirarlos a los ojos. Cuando una mujer necesita decirle algo a un hombre, se inclina a sus pies con la cabeza baja. Si el hombre le toca el hombro, significa que puede comunicarse mediante las habituales señas del clan.
Cada 7 años se reúnen los 9 clanes del oso cavernario de la zona realizando ritos y concursos para ver cual es el clan más poderoso.
La cueva se divide en "fuegos" así se dice que el "el fuego de Creb", "el fuego de Broud", etc. Cada fuego es de un jefe de familia, cuyo límite de la cueva está marcado con rocas en el suelo. Es una falta de respeto observar al fuego ajeno, sobre todo las conversaciones; pues como son mediante señas cualquiera puede verlos. Por eso se reprueba ese tipo de acciones.
El mog-ur es un hombre santo que puede comunicarse con los espíritus. Puede cazar pero sus ritos espirituales le ocupan la mayor parte del tiempo por lo que se le da una parte de la cacería.
El jefe del clan tiene un segundo al mando. Esta persona es la encargada de cargar el fuego durante los viajes. Cuando se busca una nueva cueva para vivir; el segundo al mando lleva en un cuerno de uro un carbón del fuego anterior, que es utilizado para hacer una nueva fogata; así que se conserva fuego desde la anterior cueva. Si el fuego se apaga, es una señal que sus tótems los han abandonado y el segundo al mando es desterrado a la posición masculina más baja del clan.
Cuando el clan se traslada, la forma de acomodarse mientras caminan es dependiendo de su rango en el clan. Al frente camina el jefe, seguido de su segundo al mando. Detrás de ellos camina la curandera, luego la esposa del jefe y después de ella, formando un círculo, los jóvenes y cazadores. En el centro van las esposas, sus hijos y los ancianos. El mog-ur puede andar al lado de la persona que desee, estando aparte de esa jerarquía.



El Clan del Oso Cavernario (1980) es la primera novela de la saga "Los Hijos de la Tierra", de la autora norteamericana Jean M. Auel, ambientada en la época paleolítica.
Un terremoto sacude el suelo bajo los pies de Ayla, una niña Cro-magnon de cinco años que al recuperarse del susto descubre que la tierra se ha tragado el campamento donde vivía. Sola en el mundo, tan pequeña e indefensa, vaga sin rumbo hasta que es herida por un león cavernario.
El terremoto también ha afectado a otros habitantes de la zona, el Clan del Oso Cavernario (hombres de Neandertal), que tienen que abandonar la cueva en que habitaban creyéndola maldita por sus espíritus protectores. En su camino descubren a Ayla inconsciente y febril debido a las heridas provocadas por el león cavernario. Iza, la curandera del Clan, la ayudará a sobrevivir, y Creb, el Mog-ur (hombre santo), creerá ver en la niña la marca de uno de los espíritus tótem más poderosos.
La aceptación de Ayla por parte del Clan es sumamente difícil ya que ella pertenece a quienes ellos llaman los Otros. Ayla rompe muchas tradiciones y altera las costumbres del Clan, donde el rol de las mujeres es nulo y Ayla es distinta y no acepta las normas establecidas. Por otra parte, ella puede hablar y ellos se comunican mediante señas (al momento de ser escrito este libro, las teorías más difundidas consideraban que los hombres de Neandertal no tenían la capacidad de hablar). También en el libro se ven otra muchas teorías sobre sus pronunciadas cabezadas, tradiciones, métodos de caza, recolecta, como pasar los inviernos... vamos que el libro aparte de ser una apasionada aventura en la época prehistórica, es también muy formativo , y revela la gran capacidad y documentación de la escritora. Aparte la apasionada supervivencia y aceptación de roles de Ayla la protagonista con la cual nos setiremos identificados, también disfrutara el lector con los estatus del clan, su organización , sus cacerías y el momento cumbre del libro la caza del mamut y la reunion de clanes.
Relexion:
Fósiles y genes
La interpretación de fósiles parecía incapaz de zanjar el asunto definitivamente, así que algunos investigadores adoptaron, hace diez años, una táctica diferente: examinar la variación genética de humanos modernos para descubrir detalles de nuestra ascendencia. Los resultados de este enfoque apuntaban a que toda la humanidad actual desciende de un antepasado común africano, relativamente reciente. En esos trabajos se analizó el ADN de la mitocondria (órgano de la célula fuera del núcleo) de diferentes poblaciones actuales.Para zanjar la cuestión había que analizar el material genético neandertal y ver si- era suficientemente diferente del ADN de todos los humanos actuales como para, descartar una descendencia evolutiva.
Aquí es donde entra en juego el trabajo publicado hoy en la revista, Cell. En un proyecto del Rheinisches Landsmuseum de Bonn (Alemania), dirigido por Ralf W. Schimtz, se permitió a los investigadores buscar y extraer ADN mitocondrial de uno de los tesoros más preciados del museo, los fósiles originales del hombre de neandertal, descubiertos cerca de Düsseldorf, en 1856. Estos restos son neandertales por definición, aunque nadie conoce con seguridad su antigüedad.
El análisis de Pääbo (del Instituto Zoológico de la Universidad de Münich) y sus colegas indica que la humanidad moderna y los neandertal se separaron genéticamente hace ya 600.000 años para no volver a encontrarse jamás. Los investigadores descubrieron ADN de un hueso de neandertal que, aunque parecía humano, permanecía bastante al margen de la variación humana actual. Pääbo hace, hincapié en que los investigadores sólo han analizado hasta ahora un gen. Los investigadores han hecho un exquisito trabajo de laboratorio para descartar la contaminación de las muestras con cualquier resto de ADN moderno que pudiera confundir los resultados.
Para estar mas seguros enviaron un fragmento de los fósiles a Mark Stoncking, un experto en la materia, quien confirmó el trabajo de los alemanes en su laboratorio de la Universidad de Pennsylvania (EE UU).
Reflexion: De nuevo África. Nos quedamos solos
La fase final de la evolución de la especie humana está presidida por dos especies humanas, ambas inteligentes, que durante un largo periodo convivieron y compitieron por los mismos recursos. Se trata del Hombre de Neanderthal (Homo neanderthalensis) y el hombre moderno (Homo sapiens). Son en realidad dos historias paralelas que, en un momento determinado, se cruzan.
El Hombre de Neanderthal surgió y evolucionó en Europa y Oriente Medio hace unos 230.000 años,[2] presentando claras adaptaciones al clima frío de la época (complexión baja y fuerte, nariz ancha).
Los fósiles más antiguos de Homo sapiens datan de hace unos 200.000 años (Etiopía). Hace unos 90.000 años llegó al Próximo Oriente donde se encontró con el Hombre de Neanderthal que huía hacia el sur de la glaciación que se abatía sobre Europa. Homo sapiens siguió su expansión y hace unos 45.000 llegó a Europa Occidental (Francia); paralelamente, el Hombre de Neanderthal se fue retirando, empujado por H. sapiens, a la periferia de su área de distribución (Península ibérica, mesetas altas de Croacia), donde desapareció hace unos 28.000 años.
Aunque H. neanderthalensis ha sido considerado con frecuencia como subespecie de Homo sapiens (H. sapiens neanderthalensis), análisis del ADN mitocondrial (ADNm) de fósiles de H. neanderthalensis sugieren que la diferencia existente es suficiente para considerarlos como dos especies diferentes, separadas desde hace al menos 400.000 años y probablemente más (ver el apartado "Clasificación" en Homo neanderthalensis).
Se tiene la casi plena certeza de que el Hombre de Neandertal no es ancestro del ser humano actual, sino una especie de línea evolutiva paralela derivada también del Homo erectus/Homo ergaster a través del eslabón conocido como Homo heidelbergensis. El neandertal coexistió con el Homo sapiens y quizá terminó extinguido por la competencia con nuestra especie. Si existió algún mestizaje entre ambas especies, el aporte a la especie humana actual ha sido, en lo genético, inferior al 5% (un arqueólogo y paleoantropólogo que defendía la hipótesis de una fuerte mixogénesis de las dos especies ha sido descubierto como falsificador de "pruebas"; en efecto, existe actualmente casi total escepticismo de que ambas especies hayan sido interfértiles). En cuanto al llamado Hombre de Cro-Magnon corresponde a las poblaciones de Europa Occidental de la actual especie Homo sapiens.

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