martes, 24 de noviembre de 2009

evidencias geneticas


Los genetistas han estudiado las diferencias en el ácido desoxirribonucleico (ADN) de diferentes poblaciones humanas. El ADN es la molécula que contiene nuestro código genético hereditario. Las diferencias en el ADN humano se producen por mutaciones de su estructura. Las mutaciones pueden originarse por exposición a elementos externos tales como radiación solar o ciertos compuestos químicos, aunque otras veces se producen de forma natural al azar.
Los genetistas han calculado la velocidad previsible para que se produzca una mutación a lo largo del tiempo. Dividiendo el número total de diferencias genéticas entre dos poblaciones por la velocidad esperada de mutación se obtiene una estimación del momento en el que ambas poblaciones compartieron un antepasado común. Muchas estimaciones de antepasados evolutivos se basan en estudios del ADN en estructuras celulares denominadas mitocondrias. Este ADN recibe el nombre de ADN mitocondrial (ADNm). A diferencia del ADN del núcleo de la célula, cuyos códigos para la mayoría de los rasgos hereda el organismo de ambos progenitores, la herencia mitocondrial pasa sólo de la madre a su descendencia. El ADNm también acumula mutaciones con una rapidez diez veces mayor que el ADN del núcleo de la célula (ubicación de la mayor parte del ADN). Su estructura cambia tan rápidamente que los científicos pueden medir fácilmente las diferencias entre una población humana y otra. Dos poblaciones estrechamente relacionadas deberían tener sólo pequeñas diferencias de ADNm. Por el contrario, dos poblaciones muy lejanamente relacionadas entre sí deberían presentar grandes diferencias.
Las investigaciones genéticas para el conocimiento de los orígenes del hombre moderno han dado lugar a dos importantes descubrimientos. En primer lugar, las variaciones del ADNm entre diferentes poblaciones humanas son mínimas en comparación con las de otras especies de animales. Esto significa que todo el ADNm humano se originó a partir de un linaje ancestral único —en particular, una primera mujer— en un pasado bastante reciente que desde entonces ha ido mutando. La mayoría de las estimaciones de la velocidad de mutación del ADNm sugieren que este antepasado femenino vivió hace unos 200.000 años. Además, el ADNm de las poblaciones del continente africano varía más que el de los pueblos de otros continentes. Esto sugiere que su ADNm ha ido cambiando durante un periodo de tiempo más largo que el de las poblaciones de cualquier otra región, y que todos los seres humanos actuales heredaron su ADNm de una mujer africana, que a veces recibe el nombre de Eva mitocondrial. A partir de esta evidencia algunos genetistas y antropólogos han llegado a la conclusión de que el hombre moderno tuvo su origen en una población pequeña de África para posteriormente dispersarse desde allí.
Sin embargo, los estudios del ADNm presentan, entre o tros, cuatro puntos débiles principales: primero, la velocidad estimada de mutación del ADNm varía de un estudio a otro y algunas estimaciones señalan la fecha de origen hace unos 850.000 años, la era del Homo erectus; segundo, el ADNm es sólo una pequeña parte del material genético total que hereda el ser humano, ya que el resto de nuestro material genético —aproximadamente unas 400.000 veces mayor que la cantidad de ADNm— procede de muchos individuos que vivían en la misma época de la Eva africana, posiblemente en muchas regiones diferentes; tercero, el momento en el que el ADNm moderno comenzó a diversificarse no coincide necesariamente con el origen de los rasgos biológicos y habilidades culturales del hombre moderno; y cuarto, la menor diversidad del ADNm moderno fuera de África puede proceder de épocas en las que se produjo una reducción de las poblaciones europeas y asiáticas tal vez debido a cambios climáticos.
A pesar de estas críticas, muchos genetistas continúan apoyando la hipótesis de emigración de África para el origen del hombre moderno. Algunos estudios del ADN nuclear también sugieren un origen africano para una serie de genes. Además, en un estudio muy interesante realizado a finales de la década de 1990, los científicos recuperaron ADNm del primer fósil de Neandertal encontrado en Alemania y encontraron que difería bastante del humano moderno. Este descubrimiento sugiere que al menos la población de este hombre de Neandertal se había separado de la línea del hombre moderno hace unos 600.000 años y que el Neandertal representa una especie separada del Homo sapiens sapiens.

LA EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA CULTURAL


La historia de la evolución humana se ocupa tanto del desarrollo de la conducta cultural como de los cambios en el aspecto físico. El término cultura, en antropología, se refiere tradicionalmente al conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una sociedad o grupo social humano, e incluye elementos tales como la tecnología, el lenguaje y el arte. El comportamiento cultural humano depende de la transferencia social de información de una generación a la siguiente, lo que a su vez depende de un sistema sofisticado de comunicación como el lenguaje.
Con frecuencia se ha utilizado el término cultura para distinguir el comportamiento humano del de otros animales. Sin embargo, algunos animales no humanos también parece que tienen formas de comportamiento cultural aprendido. Así, por ejemplo, grupos de chimpancés utilizan diferentes técnicas para capturar termitas con palos para alimentarse. Asimismo, en algunas regiones los chimpancés utilizan piedras o trozos de madera para partir nueces. Existen chimpancés en otras regiones que no practican este comportamiento, aunque tengan bosques con árboles similares y dispongan de materiales para fabricar utensilios. Estas diferencias regionales se parecen a las tradiciones que el hombre pasa de generación en generación. Las costumbres son un aspecto fundamental de la cultura y los paleoantropólogos asumen que los homínidos primitivos también tenían algún tipo de tradiciones.
Sin embargo, los humanos modernos difieren de otros animales y probablemente de muchas especies humanas primitivas en la capacidad de enseñarse de forma activa unos a otros y de transmitir y acumular grandes cantidades de conocimientos. El hombre también precisa un periodo excepcionalmente largo de aprendizaje antes de llegar a adulto, y tiene la capacidad física y mental del lenguaje. El lenguaje en todas sus formas —hablado, por signos o escrito— proporciona un medio de comunicación de enormes cantidades de información, muy superior a lo que cualquier animal parece poder transmitir a través de gestos y vocalizaciones.
Los científicos han seguido la evolución de la conducta cultural humana a través del estudio de restos arqueológicos tales como utensilios o residuos carbonizados de alimentos cocinados. Estos objetos muestran que durante gran parte de la evolución humana la cultura se ha desarrollado con lentitud. Durante el paleolítico, o edad de piedra, las técnicas básicas para fabricar utensilios de piedra variaron muy poco durante periodos de más de un millón de años.
Los fósiles humanos también proporcionan información sobre la forma de evolución de la cultura y los efectos que ésta ha tenido en la vida humana. Así, por ejemplo, durante los últimos 30.000 años la anatomía del ser humano sólo ha experimentado un cambio importante: los huesos del esqueleto se han reducido mucho en cuanto a tamaño y espesor. Las innovaciones en la fabricación y el uso de utensilios y en la obtención de alimentos —como resultado de la evolución cultural— pueden haber llevado a formas de vida más eficaces y que requieren un esfuerzo físico menor, lo que habría dado lugar a cambios en la estructura ósea.
La cultura ha desempeñado un papel fundamental en la evolución del Homo sapiens. En los últimos 60.000 años el ser humano ha emigrado para colonizar casi todas las regiones deshabitadas del mundo como, por ejemplo, pequeños archipiélagos o los continentes de Australia y las Américas. Estas migraciones dependieron del desarrollo de aspectos tales como el transporte, los utensilios de caza y pesca, los refugios y la indumentaria. En los últimos 30.000 años la evolución cultural se aceleró de forma sorprendente. En el registro arqueológico este cambio se observa en la rápida expansión de los diferentes tipos de utensilios de piedra y de las técnicas de fabricación de los mismos o en las obras de arte y en los indicios de evolución religiosa como, por ejemplo, los enterramientos. Hace 10.000 años el ser humano comenzó por primera vez a recolectar y cultivar granos y a domesticar animales —cambio fundamental en la relación ecológica entre el ser humano y otros seres vivos de la Tierra. El desarrollo de la agricultura proporcionó al hombre mayor cantidad de alimentos y mayor estabilidad en su abastecimiento, permitiendo así la aparición de las primeras civilizaciones. Actualmente, la cultura —y particularmente la tecnología— dominan la vida humana.
Los paleoantropólogos y los arqueólogos han estudiado los aspectos más significativos de la evolución de la conducta cultural humana como, por ejemplo, la evolución de la vida social, la subsistencia (adquisición y producción de alimentos), la fabricación y el uso de herramientas, la adaptación al medioambiente, el pensamiento simbólico y su expresión a través del lenguaje, el arte y la religión y el desarrollo de la agricultura y la aparición de las civilizaciones.

emparejamiento



El emparejamiento, normalmente de duración bastante breve, tiene lugar en diferentes especies de primates. Algunos científicos piensan que en el ser humano se desarrollaron vínculos más prolongados al comenzar a compartir cada vez más los alimentos. Entre los primates, los humanos presentan un comportamiento diferente a la hora de compartir alimentos. El hombre retrasa la ingestión de los mismos hasta no haber vuelto al punto de reunión de los demás miembros de su grupo social. Esta forma de repartición puede haber surgido al mismo tiempo que la necesidad de atender durante un tiempo prolongado a los recién nacidos, probablemente hacia la época del Homo ergaster. El macho, al dedicarse a una única hembra y compartir alimentos con ella, podía aumentar las posibilidades de supervivencia de su prole.

el campamento


El ser humano vivió como cazador-recolector durante millones de años. Los miembros del grupo se iban desplazando por el territorio para recolectar los alimentos en el momento y en el lugar donde se encuentran disponibles. Hoy día, los pueblos que practican esta forma de subsistencia —tales como el pueblo san en el desierto de Kalahari al sur de África— también establecen campamentos centrales u hogares y dividen el trabajo entre hombres y mujeres. Las mujeres recolectan alimentos vegetales y animales, mientras que el hombre asume la tarea de cazar, a menudo con menos éxito. Los hombres y las mujeres de la familia juntan sus alimentos para compartirlos en el campamento. Éste —que también se utiliza como refugio para criar a los hijos y cuidar a los enfermos y a los ancianos— puede haberse desarrollado por primera vez en la época del Homo medio hace unos 1,7 millones de años. Sin embargo, la primera evidencia de hogares y refugios —comunes a todas los campamentos modernos— data de hace sólo 500.000 años. Así, puede que hasta una época tardía de la evolución humana no se haya desarrollado una forma moderna de vida social.

subsistencia



La subsistencia en el ser humano está relacionada con los tipos de alimentos, la tecnología y los métodos para obtenerlos, así como con las formas en las que se organizan los grupos sociales o sociedades para producirlos y distribuirlos. Durante millones de años el hombre probablemente se alimentaba sobre la marcha, tal y como lo hacen otros primates. La forma de vida asociada a esta estrategia de alimentación se organiza, por lo general, alrededor de grupos sociales pequeños y familiares que se abastecen de diferentes fuentes según la época del año.
La dieta de los homínidos primitivos se parecía probablemente a la de las especies de primates estrechamente relacionadas con ellos. Los grandes simios comen en su mayor parte vegetales. Muchos primates comen asimismo alimentos animales de fácil obtención, tales como insectos y huevos de aves. Entre los escasos primates que cazan, los chimpancés se abastecen de monos e incluso de pequeñas gacelas. El ser humano probablemente también tenía una dieta basada principalmente en alimentos vegetales. Además, no cabe duda de que comía algunos alimentos animales y puede que también se dedicara de vez en cuando a la caza. La subsistencia humana comenzó a diferenciarse de la de otros primates con la fabricación y el uso de los primeros utensilios de piedra, lo que permitió que la carne y la médula (el tejido interior, rico en grasas, de los huesos) de grandes mamíferos entrasen a formar parte de su dieta. Así, con la aparición de los utensilios de piedra, la dieta de los primeros homínidos se distanció básicamente de la de los simios.
En los yacimientos arqueológicos más antiguos conocidos, que datan de hace unos 2,5 millones de años, los científicos han encontrado huesos fósiles rotos y machacados de antílopes, cebras y otros animales de tamaño parecido. Al evolucionar el Homo moderno, pudo comenzar a cazar incluso animales más grandes, como mastodontes y mamuts, ambos mamíferos pertenecientes a la familia de los elefantes. La agricultura y la domesticación de animales surgieron en un pasado más reciente, con el Homo sapiens.

Modelos de subsistencia en el Homo antiguo

Los paleoantropólogos han debatido profusamente sobre si los primeros miembros del género humano moderno eran cazadores agresivos, recolectores pacíficos de plantas o carroñeros oportunistas. En el pasado muchos científicos pensaban que la predación y la alimentación carnívora fueron un factor importante en los comienzos de la evolución humana. Esta hipótesis de la caza sugería que los primeros homínidos sobrevivieron en África a periodos especialmente áridos gracias a la caza de animales con utensilios primitivos de piedra o hueso. Los defensores de esta hipótesis pensaban que la caza y la competición con los animales carnívoros habían influido poderosamente en la evolución de la organización y el comportamiento social, la fabricación de utensilios, la anatomía (por ejemplo, la estructura única de la mano humana) y la inteligencia.
A comienzos de la década de 1960, estudios realizados en simios llevaron a poner en duda la hipótesis de la caza. Los investigadores descubrieron que los chimpancés cooperan en la caza de al menos animales pequeños como los monos. Por lo tanto, la caza no era un elemento totalmente diferenciador entre los homínidos y los simios y, por lo tanto, tal vez la caza por si sola no haya sido un factor determinante en los comienzos de la evolución. Otros científicos defienden la importancia que tuvo el hecho de compartir alimentos en los comienzos de la vida humana. De acuerdo con esta hipótesis, la cooperación y el compartir dentro de grupos familiares —en lugar de dedicarse a la caza— influyó fuertemente en la evolución humana.
Anteriormente, los científicos pensaban que los yacimientos arqueológicos de hasta 2 millones de años de antigüedad proporcionaban evidencias suficientes como para apoyar la hipótesis del reparto de alimentos. Algunos de los yacimientos arqueológicos más antiguos eran lugares donde el ser humano había reunido alimentos y utensilios de piedra. Los científicos pensaban que estos yacimientos representaban campamentos con muchas de las características sociales de los de los modernos de cazadores-recolectores, incluido el hecho de compartir los alimentos entre las parejas.
Las críticas a esta teoría surgieron de un estudio más cuidadoso de los huesos de animales procedentes de los primeros yacimientos arqueológicos. El análisis al microscopio de estos huesos reveló marcas de utensilios humanos y dientes carnívoros, lo que indicaba que en estos lugares habían estado presentes tanto el hombre como los predadores (hienas, gatos y chacales). Esta evidencia sugiere que lo que los científicos pensaban que eran campamentos donde los humanos compartían alimentos, en realidad eran lugares de transformación de alimentos que el hombre había abandonado a los predadores. Así, esta evidencia no apoyaba claramente la idea de que los primeros homínidos compartieran los alimentos.
Investigaciones más recientes sugieren una nueva hipótesis sobre la subsistencia humana: los homínidos extraían carne y médula de los huesos procedentes de animales muertos y dedicaba poco tiempo a la caza. De acuerdo con esta teoría carroñera, el ser humano se dedicaba a recoger trozos de carcasas de animales abandonados por los predadores y a continuación utilizaba utensilios de piedra para extraer la médula de los huesos.
La observación de que muchos animales como, por ejemplo, los antílopes, a menudo mueren en la época seca hace que esta teoría sea bastante plausible. Los primeros fabricantes de utensilios podrían haber gozado de multitud de oportunidades para obtener grasa y carne durante las épocas secas del año. Sin embargo, otros estudios arqueológicos —y una apreciación más exacta de la importancia de la caza entre los chimpancés— sugieren que la hipótesis carroñera resulta demasiado limitada. Actualmente muchos científicos piensan que los homínidos se dedicaban a recoger animales muertos y además cazaba. La evidencia de marcas de dientes carnívoros en huesos cortados por los primeros fabricantes de utensilios sugiere que al menos la mayor parte de los animales que comía el hombre los recogía ya muertos. Al margen de esto, también se alimentaba de diferentes plantas. Sin embargo, todavía no está claro hasta qué punto el ser humano dependía de la caza, especialmente de la caza de animales menores.

El inicio de la caza


Los científicos no están de acuerdo sobre el momento en que el hombre comenzó a cazar de forma regular. Así, por ejemplo, el descubrimiento de fósiles de elefante junto a utensilios fabricados por el Homo medio llevó a los investigadores a pensar que los miembros de esta especie eran cazadores de caza mayor. Sin embargo, el descubrimiento de huesos de animales y utensilios en un mismo yacimiento no implica necesariamente que hubiese matado a los animales o comido su carne, ya que éstos pueden morir por diferentes causas o las fuerzas de la naturaleza podrían situar de forma accidental fósiles en las cercanías de utensilios. Ciertas excavaciones realizadas recientemente en Olorgesailie, Kenia, han demostrado que el Homo erectus cortaba carne de carcasas de elefante pero no revelan si estos hombres eran cazadores accidentales o especializados.
Es casi seguro que el ser humano que vivía fuera de África —especialmente en climas más fríos— necesitaba comer más carne que su coetáneo africano. El hombre de la Eurasia templada debió tener que aprender a reconocer las plantas que podía comer de forma segura; además, el número de alimentos vegetales disponibles disminuiría de forma importante durante el invierno. Sin embargo, aunque los científicos han encontrado muy pocos fósiles de plantas comestibles o digeridas en los yacimientos, es probable que los primeros habitantes de Europa y Asia se alimentaran de plantas además de carne.
Entre los yacimientos en los que se ha encontrado una evidencia más clara de que el ser humano se dedicaba a la caza cabe citar Boxgrove, Gran Bretaña, lugar donde hace unos 500.000 años el hombre atrapaba animales de gran tamaño entre un bebedero y el lateral de una roca, para a continuación matarlos. En el yacimiento de Schöningen, Alemania, de unos 400.000 años de antigüedad, los científicos han encontrado lanzas de madera de extremos afilados especialmente diseñadas para ser lanzadas y que probablemente se utilizaban para cazar grandes animales.
Parece que tanto el Neandertal como otros homínidos primitivos comían los animales disponibles en un determinado lugar o en una determinada época. Así, por ejemplo, en los yacimientos europeos, el número de huesos de reno (animal de zonas frías) y de ciervo común (animal de zonas cálidas) cambiaba según el clima que hubiera reinado. Para obtener proteínas y grasas animales probablemente el Neandertal también combinaba las actividades de caza con las de rapiña de animales muertos.
Durante al menos los últimos 100.000 años algunos grupos humanos se alimentaron de frutos del mar o de la costa, tales como crustáceos y mamíferos y aves marinas, mientras que otros pescaban en ríos y lagos interiores. Hace probablemente unos 90.000 a 80.000 años el ser humano en Katanda, actualmente República Democrática del Congo, pescaba grandes barbos utilizando puntas de hueso con barbas, el aparejo de pesca especializada más antiguo conocido. Las puntas de piedra más antiguas para flechas o lanzas datan de hace unos 50.000 a 40.000 años. Estos avances tecnológicos, probablemente desarrollados por primera vez por los homínidos modernos, indican una ampliación de los tipos de alimentos disponibles.
Hace unos 40.000 años, el ser humano comenzó a hacer avances aún más significativos en la caza de animales peligrosos y en grandes manadas, así como en la explotación de los recursos marinos. Participaba en grandes expediciones de caza en las que mataba gran número de renos, bisontes, caballos y oros animales que vivían en aquella época en las amplias sabanas. En algunas regiones, se especializó en la caza de determinados tipos de animales. La familiaridad que estos humanos tenían con los animales que cazaban quedó reflejada en dibujos y pinturas en las paredes de las cuevas, datadas en unos 32.000 años de antigüedad. Los cazadores utilizaban asimismo los huesos, el marfil y las astas de sus presas para realizar obras de arte y bellos utensilios. En algunas zonas, tales como las planicies centrales de Estados Unidos en donde antiguamente abundaba un tipo de gran bisonte actualmente extinguido, la caza pudo haber contribuido a la extinción de especies completas.

utensilios


Aunque tal vez la fabricación y la utilización de utensilios no era suficiente para distinguir a los homínidos de sus predecesores simios, en cambio, el ser humano realizó la importante proeza de utilizar una herramienta para fabricar otras y en particular desarrolló una técnica denominada quebrantamiento de piedras que consistía en golpear con precisión una piedra contra otra. La fabricación de utensilios líticos caracterizó el periodo denominado a veces edad de piedra, que se inició hace al menos unos 2,5 millones de años en África y se prolongó hasta el desarrollo de los utensilios de metal en los últimos 7.000 años (en momentos diferentes según las partes del mundo). Aunque tal vez los primeros homínidos fabricaran utensilios de piedra hace más de 2,5 millones de años, puede que sus artífices no permanecieran el tiempo suficiente en un mismo lugar como para dejar conjuntos de utensilios que un arqueólogo pudiera descubrir en la actualidad.
La primera forma sencilla de fabricación de utensilios líticos consistía en romper y conformar una roca angular golpeándola con otra roca redonda del tamaño de la palma de la mano, conocida como piedra martillo. Los utensilios realizados de esta forma reciben el nombre de oldowan por Olduvai Gorge, Tanzania, yacimiento de donde proceden muchos de estos utensilios. Esta tradición se prolongó durante aproximadamente 1 millón de años. Entre los utensilios oldowan se encuentran grandes piedras con un borde cortado y pequeñas y afiladas lascas que podían ser utilizadas para rascar, cortar o partir. A veces, sus autores utilizaban piedras yunque (rocas lisas encontradas o situadas en el suelo) sobre las cuales golpeaban y abrían frutos duros o nueces. En la actualidad esta técnica es utilizada por los chimpancés.
Los científicos pensaban antes que los fabricantes de utensilios oldowan realizaban de forma intencionada diferentes tipos de herramientas. Actualmente parece que las diferentes formas eran consecuencia de arrancar lascas de diferentes formas de rocas naturales. El aprendizaje de las habilidades necesarias para fabricar estos utensilios requería ciertamente dotes de observación aunque no necesariamente una instrucción o el lenguaje. Así, los utensilios oldowan eran sencillos y sus fabricantes los utilizaban para cortar carcasas de animales, romper huesos para sacar la médula, limpiar pieles y afilar palos para desenterrar raíces y tubérculos comestibles.
Los artífices buscaban las mejores piedras para hacer los utensilios y las transportaban a los lugares de transformación de alimentos. En estos lugares, abrían las carcasas y se comían la carne y la médula, evitando así que cualquier predador les arrebatase la presa. Este comportamiento contrasta con la estrategia de alimentación sobre la marcha que se observa, por lo general, en otros primates.
En la tradición de fabricación de utensilios achelenses, iniciada hace unos 1,7 a 1,5 millones de años, se realizaban piezas cada vez más simétricas, clasificadas por la mayoría de los científicos como hachas de mano y raederas. Sus artífices, como el Homo erectus, trabajaban con piezas de piedra de tamaño mucho mayor que los fabricantes oldowan. La simetría y el tamaño de los utensilios achelenses posteriores muestran una planificación y un diseño mejores —y tal vez, por tanto, una inteligencia mayor— por parte de sus autores. La tradición achelense se prolongó durante más de 1,35 millones de años.
El siguiente avance importante tuvo lugar hace al menos 200.000 años. Uno de los métodos de fabricación de esta época, conocido como técnica de levallois, consistía en arrancar con cuidado y de forma exacta pequeñas lascas alrededor de la superficie de una piedra y a continuación golpearla lateralmente para obtener un utensilio preformado, que a continuación podía ser mejorado. En los últimos 40.000 años el hombre moderno desarrolló las técnicas más avanzadas de fabricación de utensilios de piedra. El sistema denominado núcleo de hoja prismática consistía en eliminar la parte superior de una piedra dejando una plataforma plana y a continuación arrancar múltiples hojas en los laterales. Cada hoja tenía una sección transversal triangular, lo que la confería una resistencia excelente. Con estas hojas, como utensilios preformados, el ser humano podía fabricar con gran perfección puntas de lanzas, cuchillos y muchos otros tipos de herramientas. Los utensilios líticos más avanzados presentan asimismo diferencias regionales y coherentes que indican un elevado nivel de diversidad cultural. Véase Arte paleolítico.

Adaptación medioambiental

Los homínidos experimentaron profundos cambios en su entorno con el transcurso del tiempo. El polen vegetal y los huesos de animales fosilizados, junto con el análisis químico de suelos y sedimentos, aportan gran información sobre las condiciones medioambientales a las que tenía que adaptarse el ser humano.
Hace unos 8 millones de años los continentes, que se habían ido desplazando lentamente a lo largo de periodos muy largos de tiempo, se situaron definitivamente en las posiciones que ocupan en la actualidad. Pero, sin embargo, la corteza terrestre ha continuado moviéndose desde entonces y estos movimientos han alterado de forma profunda el paisaje en todo el mundo. Importantes cambios geológicos han afectado el curso de la evolución humana como, por ejemplo, los del sur de Asia que conformaron la cordillera del Himalaya y la meseta del Tíbet o los de África oriental que conformaron el valle del Rift. La formación de los principales valles y cadenas montañosas dio lugar a cambios en los patrones de vientos y lluvias. En muchas zonas las épocas secas se hicieron más pronunciadas y en África las condiciones se hicieron, por lo general, más frías y secas.
Hace unos 5 millones de años aumentaron las fluctuaciones en el clima global, siendo en el Plioceno (hace entre 5 y 1,6 millones de años) bastante pronunciadas las fluctuaciones de temperatura. Durante este tiempo el mundo entró en un periodo de intenso enfriamiento, iniciado hace unos 2,8 millones de años, y que consta de fases más frías conocidas como glaciaciones (épocas en las que se forman los glaciares) y fases más cálidas conocidas como interglaciaciones (épocas durante las cuales se funden los glaciares). Durante el Plioceno, las glaciaciones y las interglaciaciones duraban unos 40.000 años cada una. Por el contrario, durante el pleistoceno (entre 1,6 millones de años y 10.000 años) se produjeron fluctuaciones de estas fases glaciales mucho mayores y más largas. Así, por ejemplo, desde hace unos 700.000 años estas fluctuaciones se vienen repitiendo aproximadamente cada 100.000 años.
Hace entre 5 y 2 millones de años la mayor parte de África estaba cubierta por una mezcla de hábitats de bosques y praderas. Hace unos 1,7 millones de años el este de África entró en un periodo prolongado de sequía y al cabo de 1 millón de años grandes partes del paisaje africano se habían convertido en sabana. Por tanto, los primeros australopitecinos y el Homo antiguo vivieron en lugares relativamente boscosos, mientras que el Homo ergaster y el Homo erectus vivieron en zonas de África más abiertas. Las primeras poblaciones humanas encontraron entornos nuevos y diferentes cuando emigraron fuera de África como, por ejemplo, temperaturas más frías en el Oriente Próximo y bosques de bambú en el Sureste asiático. Hace al menos 1 millón de años las poblaciones se habían trasladado a zonas de climas templados de Europa y Asia, donde sufrieron largos periodos de tiempo muy frío.
Todos estos cambios —cambios profundos de paisaje, patrones cambiantes de lluvias y sequía y fluctuaciones de temperatura— supusieron retos para la supervivencia inmediata y a largo plazo de las primeras poblaciones humanas. Cada una desarrolló diferentes adaptaciones según su entorno, lo que en parte explica la existencia simultánea de varias especies durante gran parte de la evolución.
Algunas de las adaptaciones de los homínidos a los nuevos climas consistieron en cambios en su anatomía. Por ejemplo, un cuerpo alto y delgado como el del Homo ergaster —con una gran superficie de piel expuesta al viento— permite disipar el calor de forma muy eficaz. Probablemente esta adaptación ayudó a las especies a sobrevivir en los entornos más cálidos y más abiertos de África hace unos 1,7 millones de años. Por el contrario, el cuerpo bajo y ancho del Neandertal permitía conservar bien el calor, ayudándole a sobrevivir durante el periodo glacial en Europa y el oeste de Asia.
El aumento de tamaño y complejidad del cerebro permitió a los homínidos adaptarse cada vez mejor al entorno mediante cambios en su comportamiento cultural. El mayor aumento del tamaño del cerebro se produjo hace unos 700.000 años, periodo durante el cual el clima y el medio ambiente fluctuaron dramáticamente. Durante este periodo también evolucionó más rápidamente el comportamiento cultural humano, probablemente como respuesta a la necesidad de hacer frente a entornos imprevistos y cambiantes.
El ser humano siempre se ha adaptado a su entorno ajustando su comportamiento. Así, por ejemplo, los primeros australopitecinos se desplazaban por los árboles y por el suelo, lo que probablemente les ayudó a sobrevivir a fluctuaciones ambientales con hábitats boscosos y otros más abiertos. El Homo antiguo se adaptó fabricando utensilios líticos y transportando sus alimentos a lo largo de grandes distancias, aumentando así la variedad y la cantidad de su alimentación. Es posible que una dieta ampliada y flexible ayudase a estos fabricantes de utensilios a sobrevivir a cambios inesperados de su entorno y de los alimentos disponibles.
Cuando las poblaciones de Homo erectus se trasladaron a las regiones templadas de Eurasia tuvieron que enfrentarse a nuevos retos para poder sobrevivir. Durante las estaciones más frías tenían que emigrar o buscar refugio en, por ejemplo, cuevas. Algunas de las primeras evidencias definitivas de cavernícolas, datadas en hace unos 800.000 años, se han encontrado en el yacimiento de Atapuerca en el sur de España. Este yacimiento pudo haber sido el hogar de las primeras poblaciones de Homo heidelbergensis. El Homo erectus también utilizó cavernas como refugio.
Los homínidos aprendieron a controlar el fuego y a usarlo para generar calor, preparar alimentos y protegerse de otros animales. Los restos más antiguos de viviendas conocidos datan de hace unos 450.000 a 300.000 años y pertenecen a yacimientos tales como Bilzingsleben en Alemania, Verteszöllös en Hungría o Zhoukoudian en China. Los yacimientos africanos datados en unos 1,6 a 1,2 millones de años de antigüedad contienen huesos carbonizados y sedimentos coloreados, pero muchos científicos piensan que esta evidencia es demasiado ambigua y no permite demostrar que el ser humano controlaba el fuego. Las primeras poblaciones en Europa y Asia también tal vez también se abrigaban con pieles de animales durante los periodos de glaciación. Las agujas de hueso más antiguas conocidas, que indican el desarrollo de la costura y de la indumentaria, datan de hace unos 30.000 a 26.000 años.

El pensamiento simbólico: lenguaje, arte y religión


La evolución de la conducta cultural está directamente relacionada con el desarrollo del cerebro humano y en especial de la corteza cerebral, la parte del cerebro que hace posible el pensamiento abstracto, las creencias y la expresión a través del lenguaje. Los seres humanos se comunican mediante símbolos, referencias a objetos, ideas y pensamientos que transmiten un significado y que no tiene por qué tener relación formal con el símbolo. Por ejemplo, una palabra —un tipo de símbolo— por lo general no está directamente relacionada con el objeto o la idea que representa, es un concepto abstracto. El mundo de habla hispana utiliza el término león para referirse a un determinado animal, pero no porque este felino se parezca a las letras l-e-ó-n, sino porque estos símbolos juntos tienen un significado establecido y aceptado por nuestra cultura.
El ser humano también puede pintar cuadros abstractos o interpretar piezas de música que evoquen emociones o ideas, aunque las emociones o las ideas no tengan forma o sonido. Además, puede imaginar o creer en seres o poderes sobrenaturales —conceptos abstractos que simbolizan sucesos del mundo real tales como la creación de la Tierra, el Universo, el tiempo o la curación de los enfermos. Así, el pensamiento simbólico se encuentra en el corazón de las tres características claves de la cultura humana moderna: el lenguaje, el arte y la religión.

lenguaje


En el lenguaje el ser humano puede unir de forma creativa palabras para formar una infinidad de frases —cada una de ellas con un significado distinto— de acuerdo con una serie de reglas o gramática. El lenguaje permite comunicar conceptos complejos o intercambiar información sobre eventos pasados y futuros, objetos que no están presentes o conceptos filosóficos o técnicos complejos.
El lenguaje confiere al ser humano enormes ventajas para su adaptación como, por ejemplo, la capacidad de planificar el futuro, de comunicar la ubicación de alimentos o de peligros a otros miembros de un grupo social o de contar historias que unen a un grupo, tales como mitologías o cuentos. Sin embargo, las palabras, las frases y los lenguajes no pueden ser conservados como los huesos o los utensilios, de forma que la evolución del lenguaje es uno de los temas más difíciles de ser investigados por la ciencia.
Parece que el hombre moderno tiene un instinto innato para el lenguaje. En condiciones normales resulta casi imposible para una persona no desarrollar un lenguaje y los humanos de todas partes del mundo pasan por las mismas fases de aprendizaje casi en las mismas edades. El hombre parece tener una información genética innata para desarrollar y aprender nuevos lenguajes.
Esta capacidad depende de la compleja estructura del cerebro que tiene numerosas áreas interconectadas y específicamente dedicadas al desarrollo y al control del lenguaje. La complejidad de las estructuras cerebrales precisas hace pensar que tal vez fuera necesario un largo periodo de tiempo para su evolución. Aunque a los paleoantropólogos les gustaría saber en qué momento evolucionaron estas importantes partes del cerebro, el interior de los cráneos humanos primitivos no permite obtener información suficiente como para aclarar esta cuestión.
Algunos científicos piensan que ya los primeros australopitecinos tenían cierta habilidad para comprender y utilizar símbolos. La defensa de esta hipótesis se basa en estudios realizados con chimpancés. Sin embargo, parece que el lenguaje —así como el arte y los rituales religiosos— sólo se convirtieron en aspectos vitales de la vida humana en los últimos 100.000 años, especialmente dentro de nuestra propia especie.

Arte

El ser humano también expresa el pensamiento simbólico mediante diferentes formas de arte como la pintura, la escultura y la música. El objeto más antiguo conocido con un posible valor simbólico y artístico data de hace unos 250.000 años y procede del yacimiento de Berekhat Ram en Israel. Los científicos han interpretado este objeto, una figura esculpida en una pequeña pieza de roca volcánica, como una representación del contorno de un cuerpo femenino. Entre los escasos posibles objetos de arte del periodo comprendido entre hace 200.000 y 50.000 años, procedentes del oeste de Europa y atribuidos normalmente al hombre de Neandertal, se encuentran dos colgantes sencillos —un diente y un hueso con agujeros taladrados— y varios fragmentos estriados o pulidos de dientes y huesos.
En yacimientos de hace más de 400.000 años se han encontrado fragmentos de pigmentos rojos y negros que pueden haber sido utilizados para decorar el cuerpo u objetos perecederos tales como utensilios de madera o indumentaria confeccionada con pieles de animales, aunque esta evidencia no ha llegado hasta nuestros días. Pruebas del uso sofisticado de pigmentos para fines simbólicos —tales como rituales religiosos— sólo se ha encontrado en restos de hace unos 40.000 años. Del inicio de este periodo se han hallado diferentes tipos de lápices de cuidadosa factura que se utilizaban para pintar así como evidencias de que el ser humano quemaba pigmentos para fabricar diferentes colores.
El ser humano comenzó a crear y utilizar objetos simbólicos avanzados hace entre unos 50.000 y 30.000 años. Gran parte de este arte parece haber sido utilizado en rituales —posiblemente ceremonias para pedir a los espíritus éxito en la caza. El registro arqueológico muestra un enorme florecimiento del arte en el periodo comprendido entre hace 30.000 y 15.000 años. Durante este periodo el ser humano se adornaba con complicadas joyas de marfil, hueso y piedra y tallaba bellas figuras representando animales y formas humanas. Muchas tallas, esculturas y pinturas son representaciones estilizadas del cuerpo femenino. Algunos científicos creen que estas figuras femeninas representan la fertilidad.
En las primeras pinturas rupestres se hacía un uso sofisticado de la textura y el color. La zona de lo que actualmente es el sur de Francia contiene numerosos yacimientos famosos con este tipo de pinturas como, por ejemplo, las cuevas de Chauvet, con arte de hace más de 30.000 años, y Lascaux, con pinturas de hace más de 18.000 años. También es de gran importancia la cueva de Altamira, en España, que contiene restos datados en más de 15.000 años de antigüedad. En algunos casos los artistas pintaban en paredes que sólo podían alcanzar con gran esfuerzo, por ejemplo, arrastrándose. El acto de llegar hasta estas pinturas les confiere una sensación de misterio y ritual. Por ello los arqueólogos se refieren a algunas de las cámaras pintadas más extraordinarias como santuarios. Sin embargo, en la actualidad no se sabe con seguridad el significado que estas primeras pinturas y grabados podían tener para los artistas que las crearon.

La domesticación, la agricultura y la aparición de las civilizaciones

Uno de los avances más importantes de la conducta cultural humana tuvo lugar cuando el ser humano comenzó a domesticar animales y a cultivar plantas. La domesticación y la llegada de la agricultura tuvieron como consecuencia el desarrollo de numerosos alimentos básicos (que forman la base de toda una dieta) en las regiones templadas y tropicales de todo el mundo. En la actualidad, casi la totalidad de la población depende de cuatro de estos alimentos básicos: trigo, arroz, maíz y patatas.

La manipulación humana del entorno

El desarrollo de la agricultura y de la ganadería dio lugar a uno de los cambios históricos más trascendentales en la relación entre el ser humano y su entorno natural. El cambio ya comenzó hace 10.000 años en Oriente Próximo, aunque también se produjo en otros lugares como zonas de México, China y Sudamérica, y desde entonces ha ido acelerándose muy rápidamente. Una vez que se comenzaron a cultivar plantas y criar animales, muchas especies quedaron bajo el control humano en grandes zonas del planeta. Aunque el número total de especies de plantas y animales ha disminuido, el cultivo de algunas especies necesarias para alimentar a grandes poblaciones humanas ha aumentado enormemente. En las zonas dominadas por el hombre, la interacción entre plantas y animales normalmente se encuentra bajo el control de una sola especie —el Homo sapiens.
En la época de transición inicial a la domesticación de plantas y animales los paisajes fríos y glaciales de hace 18.000 años ya hacía mucho tiempo que habían dejado paso a entornos más cálidos y húmedos. Al principio el ser humano se adaptó a estos cambios utilizando una gama amplia de recursos naturales, pero más tarde comenzó a centrarse en las especies animales y vegetales más abundantes y resistentes. Entre las plantas que el hombre comenzó a utilizar en grandes cantidades se encontraban cereales tales como el trigo en el oeste de Asia, variedades salvajes de arroz en el este de Asia o el maíz en lo que actualmente es México. Entre los animales que se comenzaron a criar se encontraban las cabras salvajes en el oeste de Asia, unos antepasados salvajes de los pollos en el este de Asia y las llamas en Sudamérica.
Con la recolección de plantas y la cría de animales salvajes en rebaños, se propició el desarrollo de especies con características favorables para la cría, el pastoreo y la alimentación. Este proceso de selección de ciertas especies y de control de su reproducción fue dando lugar a nuevas especies vegetales como la avena, la cebada y las patatas, y animales tales como las vacas, las ovejas y los cerdos. De estas especies domésticas de plantas y animales el ser humano obtuvo productos importantes como harina, leche y lana.

La aparición de las civilizaciones

Las civilizaciones —sociedades avanzadas que poseen una unidad histórica y cultural— se desarrollaron de la mano de la aparición de los excedentes de producción de alimentos. Las personas de estatus elevado utilizaron a veces los excedentes como forma para pagar el trabajo y crear alianzas entre grupos, a menudo para luchar contra otros grupos. De esta forma, los pueblos de mayor tamaño podían convertirse en ciudades-estado (centros urbanos que se autogobernaban) e incluso imperios que cubrían vastos territorios. Al disponer de un excedente de producción de alimentos, muchos individuos pudieron trabajar exclusivamente en puestos políticos, religiosos o militares, dedicarse a vocaciones artísticas o a otras habilidades. Esto también permitió a los gobernantes controlar a los trabajadores, como en el caso de los esclavos. Todas las civilizaciones se desarrollaron en base a este tipo de divisiones jerárquicas de estatus y vocación.
La primera civilización surgió hace unos 7.000 años en Sumeria en lo que actualmente es Irak. Sumeria siguió creciendo poderosa y próspera hasta hace aproximadamente unos 6.000 años, cuando se fundó la ciudad-estado de Ur. La región de Sumeria, conocida como Mesopotamia, era la misma región en donde los seres humanos habían domesticado por primera vez animales y plantas. También surgieron otras civilizaciones en el valle del Nilo, en el noreste de África, el valle del Indo, en el sur de Asia, el valle del río Amarillo, en el este de Asia, los valles de Oaxaca, México y la región del Yucatán, en Centroamérica, y la región de los Andes en Sudamérica.
Todas las civilizaciones iniciales tenían algunas características comunes como, por ejemplo, un cuerpo político burocrático, un ejército, un cuerpo de liderazgo religioso, grandes centros urbanos, edificios monumentales y otras obras de arquitectura, redes comerciales y excedentes de alimentos obtenidos mediante sistemas intensivos de labranza. Muchas de las civilizaciones iniciales también tenían sistemas numéricos, matemáticos, astronómicos (con calendarios) y de escritura, redes de carreteras, un cuerpo legislativo formalizado e instalaciones para la educación y para el castigo de infracciones.
Con la aparición de las civilizaciones la evolución humana entró en una fase totalmente diferente. Anteriormente el ser humano había vivido en grupos familiares pequeños básicamente expuestos a y controlados por las fuerzas de la naturaleza. En la actualidad, varios miles de años después de la aparición de las primeras civilizaciones, la mayoría de los humanos viven en sociedades de millones de individuos. Parece que la cultura seguirá evolucionando rápidamente y en direcciones imprevisibles y que estos cambios, a su vez, influirán en la evolución física del Homo sapiens y de cualquier otra especie humana futura.

reflexion Efectos de la producción de alimentos sobre la sociedad humana



Al comenzar a cosechar y reunir en rebaños especies domesticadas, se pudo almacenar grandes cantidades de alimentos vegetales, tales como semillas y tubérculos, y disponer para su consumo de un suministro de carne y leche. La disponibilidad de estos suministros confirió al ser humano una cierta seguridad de poder alimentarse a largo plazo, mientras que con el estilo de vida de los primeros cazadores-recolectores no era posible disponer de un remanente importante de alimentos. Al disponer de mayores suministros de alimentos, el hombre agrícola pudo establecerse en pueblos y tener más hijos. Sin embargo, la nueva posibilidad de confiar en la agricultura y el cambio a la vida sedentaria para formar pueblos también tuvieron algunos efectos negativos. A medida que la dieta media se fue haciendo más dependiente de grandes cantidades de una o de varias de las cosechas básicas, el ser humano se fue haciendo más vulnerable a enfermedades causadas por la falta de determinados nutrientes. El estilo de vida sedentario aumentó asimismo tanto el contacto entre hombres como entre el hombre y sus desechos, lo que propició una mayor incidencia y transmisión de enfermedades.
El ser humano respondió al aumento de la densidad de población —con el consiguiente uso excesivo de tierras de labranza y pastoreo— de diferentes formas: algunos se trasladaron para asentarse en regiones totalmente nuevas y otros inventaron nuevas formas de producción de alimentos en cantidades mayores y con mayor rapidez. La forma más sencilla consistió en extender los campos de cultivo y de pastoreo para poder mantener rebaños cada vez mayores. Muchas poblaciones también desarrollaron sistemas de irrigación y fertilización que les permitieron reutilizar las tierras cultivadas y producir mayores cantidades de alimentos en las tierras existentes.

diferencias con otros primates



Cuando los ancestros del Homo sapiens y otros muchos primates vivían en selvas comiendo frutos, bayas y hojas, abundantes en vitamina C, pudieron perder la capacidad genética, que tiene la mayoría de los animales, de sintetizar en su propio organismo tal vitamina. Tales pérdidas durante la evolución han implicado sutiles pero importantes determinaciones: cuando las selvas originales se redujeron o, por crecimiento demográfico, resultaron superpobladas, los primitivos homínidos (y luego los humanos) se vieron forzados a recorrer importantes distancias, migrar, para obtener nuevas fuentes de nutrientes (por ejemplo de la citada vitamina C).
Todos los cambios reseñados han sucedido en un periodo relativamente breve (aunque se mida en millones de años), esto explica la susceptibilidad de nuestra especie a afecciones en la columna vertebral y en la circulación sanguínea y linfática.

especializacion

Pese al conjunto de modificaciones morfológicas antes reseñadas, desde el punto de vista de la anatomía comparada, llama la atención una cuestión: Homo sapiens es un animal relativamente poco especializado. En efecto, gran parte de las especies animales ha logrado algún tipo de especialización anatómica (por ejemplo los artiodáctilos poseen pezuñas que les permiten correr en las llanuras despejadas), pero las especializaciones, si suelen ser una óptima adaptación a un determinado bioma, conllevan el riesgo de la desaparición de la especie especializada y asociada a tal bioma si éste se modifica.
La ausencia de tales especializaciones anatómicas ha facilitado a los humanos una adaptabilidad inusitada entre las demás especies de vertebrados para adecuarse a muy diversas condiciones ambientales.
Más aún, aunque parezca paradójico, Homo sapiens tiene características neoténicas. En efecto, la estructura craneal de un Homo sapiens adulto se aproxima más a la de la cría de un chimpancé que a la de un chimpancé adulto: el rostro es achatado ("ortognato" o de "bajo índice facial") y es casi inexistente el torus supraorbitario (en la humanidad actual apenas se encuentran vestigios de torus en las poblaciones llamadas australoides). De otro modo se puede decir que los arcos superciliares de Homo sapiens son "infantiles", delicados, el rostro aplanado o ligeramente prognato.
Homo sapiens es, por su anatomía, un animal muy vulnerable si se encuentra en condiciones naturales.
Asociado al hecho por el cual morfológicamente el ser humano tenga características que le aproximan a las de un chimpancé "niño" se encuentra el 'ortognatismo' y esto quiere decir, entre otras cuestiones, que los dientes de Homo sapiens son relativamente pequeños y poco especializados, las mandíbulas, por esto, se ha abreviado y hecho más delicadas, falta además el diastema o espacio en donde encajan los colmillos. La debilidad de las mandíbulas humanas las hace casi totalmente inútiles para la defensa a mordiscos ante un predador y, asimismo, son muy deficientes para poder consumir gran parte del alimento en su estado natural, lo que es uno de los muchos déficits corporales que llevan al humano a vivir en una sociedad organizada.

vision


El humano hereda de los prosimios la visión estereoscópica y pancromática (la capacidad de ver una amplia tonalidad de los colores del espectro visible); los ojos en la parte delantera de la cabeza posibilitan la visión estereoscópica (en tres dimensiones), pero si esa característica surge en los prosimios como una adaptación para moverse mejor durante la noche o en ambientes umbríos como los de las junglas, en Homo sapiens tal función cobra otro valor; facilita la mirada a lontananza, el otear horizontes, en este aspecto la visión es bastante más aguda en los humanos que en los otros primates y en los prosimios. Esto facilitará el hecho por el cual Homo sapiens sea un ser altamente visual (por ejemplo las comunicaciones mediante la mímica), facilitará asimismo lo imaginario.

Liberación de los miembros superiores



La postura bípeda dejó libres los miembros superiores que ya no tienen que cumplir la función de patas (excepto en los niños muy pequeños) ni la de braquiación, es decir, el desplazamiento de rama en rama con los brazos, aun cuando la actual especie humana, de la cintura hacia arriba mantenga una complexión de tipo arborícola.
Esta liberación de los miembros superiores fue, en su inicio, una adaptación óptima al bioma de sabana; al marchar bípedamente y con los brazos libres, los ancestros del hombre podían recoger más fácilmente su comida; raíces, frutos, hojas, insectos, huevos, reptiles pequeños, roedores y carroña; en efecto, muchos indicios hacen suponer como probable que nuestros ancestros fueran en gran medida carroñeros y, dentro del carroñeo, practicaran la modalidad llamada cleptoparasitismo, esto es, robaban las presas recién cazadas por especies netamente carnívoras; para tal práctica, nuestros ancestros debían haber actuado en bandas, organizadamente.
Los miembros superiores, siempre en relación con otras especies, se han acortado. Estos miembros superiores al quedar liberados de funciones locomotoras, se han podido especializar en funciones netamente humanas. El pulgar oponible es una característica heredada de los primates más antiguos, pero si en éstos la función principal ha sido la de aferrarse a las ramas y en segundo lugar aprehender las frutas o insectos que servían de alimento, en la línea evolutiva que desemboca en nuestra especie la motilidad de la mano, y en particular de los dedos de ésta, se ha hecho gradualmente más precisa y delicada lo que ha facilitado la elaboración de artefactos; aún (junio de 2005) no se tiene conocimiento respecto al momento en que la línea evolutiva comenzó a crear artefactos, es seguro que ya hace más de 2 millones de años Homo habilis/Homo rudolfensis realizaba toscos instrumentos que utilizaba asiduamente (en todo caso, los chimpancés, en estado silvestre, confeccionan "herramientas" de piedra, madera y hueso muy rudimentarias). El desarrollo de la capacidad de pronación en la articulación de la muñeca también ha sido importantísimo para la capacidad de elaborar artefactos.

Cerebración


La cerebración y la corticalización son temas que requieren, por sí solos, artículos propios, dado el alcance y la importancia de dichos procesos. Aquí importa comentar de lo mínimo indispensable para comprender la evolución humana.
La cerebración tanto como la corticalización son fenómenos biológicos muy anteriores a la aparición de los homínidos, sin embargo en éstos, y en especial en Homo sapiens, la cerebración y la corticalización adquieren un grado superlativo (hasta el punto que Theilard de Chardin enunció una curiosa teoría, la de la noósfera y noogénesis, esto es: teoría del pensar inteligente, que se basa en la evolución del cerebro).
El cerebro de Homo sapiens, en relación a la masa corporal, es uno de los más grandes. Más llamativo es el consumo de energía metabólica (por ejemplo, la producida por la "combustión" de la glucosa) que requiere el cerebro: un 20% de toda la energía corporal, y aun cuando la longitud de los intestinos humanos evidencian los problemas que se le presentan.
En Homo sapiens el volumen oscila entre los 1.200 a 1.400 cm3, siendo el promedio global actual de 1.350 cm3; sin embargo no basta un incremento del volumen, sino cómo se dispone; esto es: cómo está dispuesta la "estructura" del sistema nervioso central y del cerebro en particular. Por término medio, los Homo neanderthalensis pudieron haber tenido un cerebro de mayor tamaño que el de nuestra especie, pero la morfología de su cráneo demuestra que la estructura cerebral era muy diferente: con escasa frente, los neandertalenses tenían poco desarrollados los lóbulos frontales y, en especial, muy poco desarrollada la corteza prefrontal. El cráneo de Homo sapiens no sólo tiene una frente prominente sino que es también más alto en el occipucio (cráneo muy abovedado), esto permite el desarrollo de los lóbulos frontales. De todos los mamíferos, Homo sapiens es el único que tiene la faz ubicada bajo los lóbulos frontales.
Sin embargo, aún más importante para la evolución del encéfalo parecen haber sido las mutaciones en el posicionamiento del esfenoides.
Se ha hecho mención en el apartado dedicado a la aparición del lenguaje articulado de la importancia del gen FOXP2; dicho gen es el encargado del desarrollo de las áreas del lenguaje y de las áreas de síntesis (las áreas de síntesis se encuentran en la corteza cerebral de los lóbulos frontales). El aumento del cerebro y su especialización permitió la aparición de la llamada lateralización, o sea, una diferencia muy importante entre el hemisferio izquierdo y el hemisferio derecho del cerebro. El hemisferio izquierdo tiene desarrollado en su corteza áreas específicas que posibilitan el lenguaje simbólico basado en significantes acústicos: el área de Wernicke y el área de Broca.
Es casi seguro que ya hace 200.000 años los sujetos de la especie Homo sapiens tenían un potencial intelectual equivalente al de la actualidad, pero para que se activara tal potencial tardaron milenios: el primer registro de conducta artística conocido se data hace sólo unos 75.000 años, los primeros grafismos y expresiones netamente simbólicas fuera del lenguaje hablado se datan hace sólo entre 40.000 y 35.000 años. Las primeras escrituras (" memoria segunda" como bien les llamara Roland Barthes) datan de hace entre 5.500 ó 5.000 años, en el Valle del Nilo ó en la Mesopotamia asiática.
Se ha dicho, también líneas antes, que Homo sapiens mantiene características de estructura craneal "primitivas" ya que recuerdan a las de un chimpancé infantil;, en efecto, tal morfología es la que permite tener la frente sobre el rostro y los lóbulos frontales desarrollados.
La cabeza de Homo sapiens, para contener tal cerebro, es muy grande; aún en el feto y en el neonato, razón principal por la cual los partos son difíciles, sumada a la disposición de la pelvis.
Una solución parcial a esto es la heterocronía: el neonato humano está muy incompletamente desarrollado en el momento del parto; puede decirse (con algo de metáfora) que la gestación en el ser humano no se restringe a los ya de por sí prolongados nueve meses intrauterinos, sino que se prolonga extrauterinamente hasta, al menos, los cuatro primeros años; en efecto, el infante está completamente desvalido durante años, tan es así que, que entre los 2 a 4 años es cuando tiene lo suficientemente desarrolladas las áreas visuales del cerebro como para tener una percepción visual de su propio ser (Estadio del espejo descubierto por Jacques Lacan en la década de 1930). Ahora bien, si Homo sapiens tarda mucho en poder tener una percepción plena de su imagen corporal es interesante saber que es uno de los pocos animales que se percibe al ver su imagen reflejada (sólo se nota esta capacidad en bonobos, chimpancés, y si acaso en gorilas, orangutanes, delfines y elefantes).
Tal es la prematuración de Homo sapiens, que mientras un chimpancé neonato tiene una capacidad cerebral de un 65% de la de un chimpancé adulto, o la capacidad de Australopithecus afarensis era en el parto de un 50% respecto a la de su edad adulta, en Homo sapiens 'bebé' tal capacidad no supera al 25% de la capacidad que tendrá a los 45 años (a los 45 años aproximadamente es cuando se desarrolla totalmente el cerebro humano).
Pero no basta el desarrollo cronológico; para que el cerebro humano se "despliegue" -por así decirlo- o desarrolle requiere de estimulación y afecto, de otro modo la organización de algunas de las áreas del cerebro puede quedar atrofiada.

referencias

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etapas de la evolucion humana

Holoceno

H. sapiens
H. sapiens
H. sapiens
Neolítico a actualidad(Escritura, ...)
10.000 130.000
Pleistoceno Superior

H. sapiens(195.000-act.)
H. sapiens(¿40.000-act.)
H. neanderthalensis(230.000-29.000)
H. sapiens(42.000-act.)
H. floresiensis(75.000-13.000)H. erectus soloensis(130.000-50.000)
Paleolítico SuperiorMusteriense(Pensamiento abstractoArte)
130.000 780.000
Pleistoceno Medio

H. sapiens idaltu(185.000)H. sapiens(195.000-act.)
H. rhodesiensis(600.000-160.000)
H. neanderthalensis(230.000-29.000)
H. heidelbergensis(500.000-250.000)
H. erectus(1,8 Ma-250.000)
MusterienseAchelense(Fuego)
780.000 1,8 Ma
Pleistoceno Inferior
Paranthropus robustus(2,0-1,2 Ma)
P. boisei(2,6-1,2 Ma)
H. ergaster(1,75-1,6 Ma)
H. habilis(2,5-1,44 Ma)
H. cepranensis(800.000)
H. antecessor(1,2 Ma-780.000)
H. erectus(1,8 Ma-250.000)
H. georgicus(1,8 Ma)
AchelenseOlduvayense
1,8 Ma 3,6 Ma
Plioceno Superior
P. robustus(2,0-1,2 Ma)P. boisei(2,6-1,2 Ma)
P. aethiopicus(2,6-2,2 Ma)
Australopithecus garhi(3-2 Ma)
A. africanus(3-2,5 Ma)
Kenyanthropus platyops(3,5 Ma)
A. afarensis(4-2,5 Ma)
H. habilis(2,5-1,44 Ma)
H. rudolfensis(2,4-1,9 Ma)


Olduvayense(Industria lítica)
3,6 Ma 5,3 Ma
Plioceno Inferior
A. afarensis(4-2,5 Ma)
A. bahrelghazali(4-3 Ma)
A. anamensis(4,2-3,9 Ma)

domingo, 22 de noviembre de 2009

visita al museo de antropologia

La primera sala del MNA corresponde a una introducción a la actividad de la Antropología. Originalmente se concibió como un espacio para acercar a los visitantes a las cuatro ramas en que se divide clásicamente a la Antropología —antropología física, antropología social, etnología y lingüística—.[2] A partir de la reestructuración del museo iniciada en 1998[3] se consideró que los contenidos pedagógicos de esta sala estuvieran dedicados a dar cuenta de la evolución socio-cultural del ser humano, su diversidad y las relaciones entre el medio ambiente y las sociedades humanas. Es decir, en este espacio, el visitante se encuentra ante un recorrido por los procesos que concluyeron con la hominización de los antropoides y con la humanización de nuestros ancestros.

En esta sala se encuentra una reproducción del esqueleto fósil de Lucy, el primer ejemplar conocido del Australopithecus afarensis, decubierto por Donald Johanson en 1974. En el corredor final de la sala se encuentra un mosaico de hologramas con los rostros de personas originarias de diversas partes del planeta, dependiendo del punto de vista del visitante, también es posible observar la forma de los cráneos de los hombres que habitan en cada una de las regiones representadas en el mosaico

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Australopithecus robustus




La especie meridional robusta, denominada Australopithecus robustus, vivió hace entre unos 2 y 1,5 millones de años en el Transvaal, la misma región en la que habitó el A. africanus. En 1938 Robert Broom, que ya había descubierto muchos fósiles de A. africanus, adquirió un fósil de mandíbula con un molar que presentaba un aspecto diferente al del A. africanus. Después de descubrir el yacimiento de Kromdraai, del que procedía este fósil, Broom recogió muchos otros huesos y dientes de este tipo que le llevaron a establecer una nueva especie que denominó Paranhtropus robustus (Paranthropus significa ‘al lado del hombre’). Posteriormente los científicos dataron este cráneo en aproximadamente 1,5 millones de años. A finales de la década de 1940 Broom descubrió gran número de fósiles de esta especie en el yacimiento de Swartkrans, Transvaal.

Australopithecus boisei



El Australopithecus boisei, el otro australopitecino robusto conocido de África oriental, vivió durante un largo periodo de tiempo hace aproximadamente entre 2,5 y 1,5 millones de años. En 1959 Mary Douglas Leakey descubrió un fósil original de esta especie —un cráneo casi completo—en el yacimiento de la garganta de Olduvai, en Tanzania. El paleoantropólogo de origen keniata Louis Leakey, esposo de Mary, denominó en un principio a la nueva especie Zinjanthropus (que significa ‘hombre de África oriental’). Este cráneo —de más de 1.750.000 años— presenta las características más específicas de todas las especies robustas: tiene un rostro fuerte, ancho y hundido capaz de soportar un esfuerzo de masticación extremo, así como molares de un tamaño cuatro veces el del ser humano moderno. A partir del descubrimiento del Zinjanthropus, reconocido actualmente como un australopitecino, los científicos han encontrado un gran número de fósiles de A. boisei en Tanzania, Kenia y Etiopía.

Australopithecus aethiopicus



La primera especie robusta conocida, Australopithecus aethiopicus, vivió en África oriental hace unos 2,7 millones de años. En 1985 el paleoantropólogo estadounidense Alan Walker descubrió a orillas del lago Turkana, Kenia, el fósil de un cráneo datado en 2,5 millones de años de antigüedad que ayudó a definir esta especie. A este fósil se le denominó el “cráneo negro” por el color que presentaba tras absorber los minerales del suelo. El cráneo presentaba una elevada cresta sagital hacia la parte posterior del cráneo y una parte inferior del rostro que sobresalía con respecto a la frente. El A. aethiopicus compartía algunas características primitivas con el A. afarensis —es decir, rasgos que se habían originado en el primitivo australopitecino de África oriental, lo que pudiera indicar que el A. aethiopicus había evolucionado a partir del A. afarensis.

“EL PROCESO DE HOMINIZACION”



Harris Marvin en su libro “EL PROCESO DE HOMINIZACION”
El dice que: sobre los principios básicos de la herencia y la evolución biológicas. Estos principios son esenciales para comprender cómo surgió nuestra especie y cómo adquirió su naturaleza humana distintiva. Sólo se tocarán los aspectos más básicos de los mecanismos de herencia y las fuerzas de la evolución.

Orrorin tugenensis



Orrorin tugenensis es una especie de homínido fósil encontrado en las proximidades de la localidad de Tugen, en el área montañosa central de la actual Kenia, por la paleoantropóloga francesa Brigitte Senut y el inglés Martin Pickford.
Como el descubrimiento se dio a conocer en 2001, en un principio se habló erróneamente de "Homo milenium", y aún se mantiene la denominación paralela "Milenium ancestor" para referirse al Orrorin tugenensis. Sin embargo, para la comunidad antropológica resultó patente desde un primer momento que esta especie no correspondía al género Homo, ni siquiera al conjunto de los australopitecinos. La datación demostró que los Orrorin tugenensis vivieron hace al menos unos 6 millones de años.
La morfología de los Orrorin era notablemente similar a la de los actuales chimpancés, con una importante diferencia: la longitud y forma del húmero y del fémur, así como la disposición de la articulación con la pelvis, evidencian que estos homínidos estaban capacitados para la bipedestación.
Otra característica morfológica muy interesante es su dentadura: con caninos pequeños y molares bastante grandes, se deduce que estos primates tenían una dieta principalmente herbívora y frugívora, aunque es muy probable que fueran omnívoros y obtuvieran sus proteínas alimentándose también de insectos.
La talla de los ejemplares hallados es de 1,4 m.
El género Orrorin es, posiblemente, uno de los eslabones que ha derivado en el ser humano actual (Homo sapiens), y se considera también posible que sea descendiente directo del Sahelanthropus tchadiensis y ancestro directo del Ardipithecus




Etimología



fue bautizado coloquialmente entre los antropólogos como "Tumai" (aunque está difundida la grafía francesa "Toumaï"), palabra que en idioma kanuri significa esperanza de vivir, así son llamados en el Sahel los niños que nacen en la estación seca.

Ascendencia



Michel Brunet, el descubridor de Toumai, opina que pertenece a la rama de los hominina, muy cerca del antepasado común con el chimpancé, pero en la línea hacia los humanos: "de los caracteres derivados que se encuentran en la dentadura de Toumai, se deduce que forma parte de la rama humana". Pero otros, como Yves Coppens (del equipo descubridor de Lucy) o Brigitte Senut (que impulsó el descubrimiento de Orrorin tugenensis), piensan que Toumai se sitúa en la rama que lleva al chimpancé.

caracteristicas sahelanthropus tchadensis


Se cree que vivió en zonas pantanosas. Su cráneo es simiesco, aunque de rostro breve y dientes pequeños, en particular los colmillos, lo cual le acerca a los humanos.
Se han encontrado un cráneo, dos fragmentos de mandíbula inferior y tres dientes aislados. No presenta cresta craneal, su volumen cerebral es de 350 cm3. Tiene rostro alto y poco prognato, caninos relativamente pequeños, y ausencia de espacio entre los dientes. Podría ser el antecesor del Ardipithecus ramidus.

martes, 17 de noviembre de 2009

homo ergaster


Homo ergaster es un homínido extinto, propio de África. Se estima que apareció hace unos 2 millones de años, y desapareció hace 1 millón de años.
Sus primeros restos fueron encontrados en 1975 en Koobi Fora (Kenia); se trata de, al menos, dos cráneos (KNM-ER 3733, tal vez femenino, y KNM-ER 3883)1 de hace 1,75 millones de años cuyo cerebro tenía un tamaño estimado en unos 850 cm³. Luego, en 1984, fue descubierto en Nariokotome, cerca al lago Turkana (Kenia), el esqueleto completo de un niño de unos 11 años, 1,60 m de estatura de y cerebro de 880 cm³, con una antigüedad de 1,6 millones de años; se conoce como el niño de Nariokotome.
Homo ergaster, procede probablemente de Homo habilis y es básicamente la versión africana de Homo erectus, del que es antecesor. Algunos especialistas consideran que pueden haber sido una única especie, debido a su gran parecido anatómico, en cuyo caso tendría prioridad su denominación como Homo erectus, pero parece asentarse la aceptación de dos especies diferentes.2

homo erectus

El Homo erectus es un homínido extinto, que vivió entre 1,8 millones de años y 300.000 años antes del presente (Pleistoceno inferior y medio). Los H. erectus clásicos habitaron en Asia oriental (China, Indonesia). En África, se han hallado restos fósiles afines que con frecuencia se incluyen en otra especie, Homo ergaster; también en Europa, diversos restos fósiles han sido clasificados como H. erectus, aunque la tendencia actual es a reservar el nombre H. erectus para los fósiles asiáticos.1
Era muy robusto y tenía una talla elevada, casi 1,80 m de medida. El volumen craneal era muy variable, entre 800 y 1200 cc (la media fue aumentando a lo largo de su dilatada historia). Poseía un marcado toro supraorbitario y una fuerte mandíbula sin mentón, pero de dientes relativamente pequeños. Presentaba un mayor dimorfismo sexual que en el hombre moderno.
La industria lítica que producía pertenece principalmente al Achelense y probablemente conocía el uso del fuego.

hombre de java


Hombre de Java (Homo erectus erectus)
Entre 1891 y 1892 el médico anatomista neerlandés Eugène Dubois creyó encontrar el «eslabón perdido» hipotetizado por Charles Darwin al descubrir algunos dientes sueltos, una calota craneal y un fémur —muy similar al del hombre moderno— en las excavaciones paleontológicas que realizaba en el río Solo cerca de Trinil, en el interior de la isla de Java (Indonesia). Dubois publicó estos hallazgos con el nombre de Pithecanthropus erectus2 (hombre-mono erguido) en 1894, pero más conocido popularmente como "El Hombre de Java" u "Hombre de Trinil". No será hasta 1940 cuando se atribuirán estos restos al género Homo (Homo erectus erectus).

herramientas hombre de pekin

Herramientas
Miles de instrumentos líticos han sido encontrados en asociación con fósiles del Hombre de Pekín: tajadores, rascadores, cuchillos, martillos, yunques y algunas puntas. también instrumentos de huesos de ciervo, gamo y búfalo, como cavadores, cuencas, cuchillos y puntas. Se ha comprobado además que el Hombre de Pekín usaba el fuego para cocinar, pues en su cueva se han encontrado cenizas y carbón vegetal asociados a huesos de animales y a semillas quemadas; sin embargo, no hay acuerdo sobre si era fuego conservado de fuentes naturales o era ya producido artificialmente. Encontraron también instrumentos de construcción como martillo etc

hombre de pekin

Hombre de Pekín (Homo erectus pekinensis)
En 1921 el geólogo sueco Gunnar Anderson descubrió un molar superior y un premolar inferior humanos, en el yacimiento de Zhoukoudian (Chou-k'ou-tien), China. Desde 1926 el anatomista canadiense Davidson Black dirigió un equipo de investigación que realizó exitosas excavaciones en la zona; en 1927 fue encontrado un molar inferior con el que Black propuso la especie Sinanthropus pekinensis. En 1928 se encontraron dos cráneos y Black mostró como el Sinanthropus debía estar emparentado con el Pithecanthropus de Java. En la década de 1930, el anatomista y antropólogo físico alemán Franz Weidenreich y otros expertos completaron el descubrimiento de la colección más famosas de fósiles de H. erectus, cerca de Pekín, fósiles que en su conjunto recibieron el nombre popular de hombre de Pekín. Weidenreich fue quien reinterpretó en 1940 estos restos como Homo erectus pekinensis, una subespecie de Homo erectus.
En la cueva de Zhoukoudian se encontraron restos de más de 30 individuos que habían vivido entre hace 500.000 y 250.000 años. Estos fósiles, 14 cráneos, 14 mandíbulas inferiores, 148 piezas dentales y algunos restos de esqueleto, se perdieron en 1941, al comienzo de la II Guerra Mundial, pero Weidenreich había hecho unas réplicas excelentes de los descubrimientos.
En excavaciones posteriores en este yacimiento, se encontraron más restos de H. erectus. En 1959 fue encontrada una mandíbula completa, en 1966 se hallaron fragmentos de huesos occipitales y frontales que concordaban con modelos de cráneos encontrados antes. Las excavaciones se multiplicaron después de 1972.

Homo rudolfensis


Homo rudolfensis
Esta segunda especie de Homo antiguo recibió el nombre de Homo rudolfensis, en honor al lago Rudolf (actualmente lago Turkana). Los fósiles más conocidos de H. rudolfensis proceden de la zona que rodea a este lago y datan de hace unos 1,9 millones de años. Los paleoantropólogos no han determinado aún el espacio total de tiempo en el que pudo haber existido.
Esta especie tenía el rostro y el cuerpo mayores que el H. habilis. La capacidad craneana media del H. rudolfensis era de aproximadamente 750 cm3. Los científicos necesitan mayores evidencias para establecer si el cerebro del H. rudolfensis en relación con su tamaño corporal era mayor que en el caso del H. habilis. Una relación cerebro-tamaño corporal mayor puede indicar mayor capacidad mental. El H. rudolfensis también tenía unos dientes bastante grandes, de tamaño parecido al de los australopitecinos robustos. El descubrimiento de incluso parte de un esqueleto fósil revelaría si esta forma más grande del Homo antiguo tenía proporciones corporales parecidas a las de los simios o más modernas. Los científicos han encontrado varios huesos de fémur de aspecto moderno datados en hace unos 2 o 1,8 millones de años que pueden proceder del H. rudolfensis. Estos huesos sugieren un tamaño corporal y un peso de 1,5 m y 52 kg, respectivamente.